El hotel Atlas de Marraquech fue el lugar escogido por la Unesco para celebrar la XXIII sesión del Comité del Patrimonio Mundial, en cuya agenda figuraba la declaración de Eivissa como Patrimonio de la Humanidad. Hasta esas instalaciones se desplazó una representación del Ayuntamiento de Eivissa, encabezada por su alcalde, Xico Tarrés, y de la que formaban parte la concejala de Cultura, Lurdes Costa, y los comisionados ante la Unesco del Consistorio, Enrique Fajarnés y Pepita Costa.
Pero no fueron los únicos que viajaron a Marruecos para apoyar la candidatura. Allí estaban también el director general de Cultura del Govern, Pere Muñoz; el director general para Asuntos Culturales y Científicos del Ministerio de Asuntos Exteriores, Antonio Núñez, y el subdirector general de protección del Patrimonio Histórico de la Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales, Luis Lafuente.
A lo largo de aquella semana de finales del año 1999 se sucedieron las reuniones, tanto en el salón destinado a las deliberaciones del Comité como en los pasillos y en el recibidor del mismo hotel, donde las diversas delegaciones repasaban sus documentos y estrategias para defender sus respectivas candidaturas. Había nervios, y nadie se preocupaba en disimularlo.
Y llegó el día 1 de diciembre. Una reunión preliminar del Comité decidió dar el visto bueno a la candidatura «Eivissa. Biodiversidad y Cultura». Sonrisas, abrazos y bromas para desahogar la tensión acumulada durante los días previos. Enrique Fajarnés dibujaba el signo de la victoria y existía el convencimiento generalizado en el seno de la delegación ibicenca de que se acababa de vivir un momento histórico, aunque quedaba el trámite de la declaración oficial por parte de la Unesco. Pero aquella noche, un restaurante del casco histórico de Marraquech acogió una cena de celebración a la que no faltó nadie y en la que se degustaron platos típicos del país marroquí entre brindis y felicitaciones.