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La huella ibicenca de Mati Klarwein, un artista del surrealismo psicodélico

El pintor de prestigio internacional, que falleció la pasada semana en Deià, residió en Eivissa a principio de los años 50

Mati Klarwein falleció el pasado día 7 en su residencia de Deià (Mallorca). Foto: GUILLERMO ROMANÍ (1993)

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El pasado día 7 falleció a los 70 años de edad en su domicilio de Deià (Mallorca) Mati Klarwein, un artista internacional enamorado de Balears desde que descubrió Eivissa en 1951. Volvió de nuevo al año siguiente de vacaciones y quiso repetir en 1953, pero al haber una tormenta sobre la isla tuvo que quedarse en Mallorca, lo que aprovechó para hacer algo de turismo y quedarse prendado de Deià, el hermoso pueblo de la sierra de Sóller que ha atrapado a tantos artistas, entre otros al escritor británico Robert Graves. De todas formas, según contó en 1993 a Guillermo Romaní (el corresponsal de este periódico en Formentera), Eivissa fue su «primer amor balear». La primera vez que oyó hablar de la isla fue en 1950 en París, donde estudiaba pintura con Fernand Léger.

«En un programa de radio escuché que hablaban de Eivissa y me pareció que podía ser una isla encantadora, no estaba lejos y decían que era barata». Así que en 1951, a los 19 años, y «gracias al dinero que saqué del primer cuadro que vendí, me fui para la isla y me quedé allí durante seis meses». «En Eivissa no había nadie; recuerdo que en agosto podrían contarse unos 15 extranjeros en toda la isla; lo peor de todo era que no había bares y a las diez todo se cerraba. No existía vida nocturna; bueno, sí, la vida nocturna se hacía en un burdel, el burdel oficial de la isla, en el que había un bar, y allí pasábamos la noche de juerga», recordó el artista, que comenzaba entonces a dar los primeros pasos artísticos de una notable trayectoria con picos de gran repercusión internacional y éxito de crítica y público. Al año siguiente, Mati Klarwein volvió a Eivissa.

«Pasé los meses de abril y mayo en Santa Eulària, y más tarde marché a Saint Tropez a vender los cuadros que había pintado allí, para hacia octubre, cuando la clientela desapareció, volver a París». El encanto de la isla le iba enganchando, pero cuando repitió la operación al año siguiente, una circunstancia meteorológica cambió su destino. «Al llegar a Barcelona para coger el barco, éste no salió porque en la zona había tormenta, y como no quería esperarme a otro barco, cogí el que iba a Mallorca donde al principio me dediqué a hacer algo de turismo. Cuando en el autocar, después de pasar Valldemossa, tomó el coll en dirección a Deià... ¡plaf!, tuve ante mí un paisaje equilibrado, total», comentó a Romaní. Que el impacto fue revelador lo confirma la anotación que aquella noche hizo Klarwein en su diario: «He encontrado mi sitio, me quedó aquí».

Alquiló una casa por 250 pesetas al mes y se pasó en ella todo el invierno. Fue el principio de un romance que sólo terminaría con su muerte, aunque la historia de amor tuviera altibajos y rupturas más o menos largas. Hasta 1965, Mati Klarwein pasaba la mitad del año en Deià y la otra mitad en París, pero en 1984 decidió cambiar la capital francesa por Nueva York, entonces ciudad puntera del mundillo artístico. Viajes de ida y vuelta, el aplauso del éxito y una existencia bohemia en la que frecuentó personajes como Salvador Dalí, Brigitte Bardot, Andy Warhol, la familia Kennedy, Jimi Hendrix, Miles Davis, Carlos Santana, Timothy Leary...

A principios de los 90 Klarwein decidió residir de nuevo de forma estable en Deià, acomodándose a un estilo de vida más reposado en un entorno natural tocado por la gracia. «Deià está totalmente condicionado por la orografía; su carácter, la impronta que tiene y los efectos que causa sobre las personas están provocados por la forma de las montañas que envuelven al pueblo, lo que te hace sentirte protegido. Las fuerzas telúricas que aquí existen son tan poderosas que de vez en cuando hay que salir de este pequeño valle y buscar espacios abiertos para calmarse».

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