Desde anoche, Llorenç Capellà ha tomado el relevo del cacereño Luis Miguel González y de sus compañeros del grupo dramático del taller teatral El Astillero en el extenso y reputado elenco de autores que han obtenido el Premi Born de Teatre. El escritor mallorquín ha regresado a la posguerra que tanto le marcó en su infancia para criticar con acidez el racismo, la doble moral, el silencio, el soborno, la mujer como moneda de cambio y la hipocresía de la sociedad.
«Un bou ha matat Manolete» es, según el jurado, «un retrato duro, conmovedor, patético y, si se quiere, grotesco, brillante e incisivo. Una historia del drama de la memoria, que combate precisamente la desmemoria. Una obra que hace pensar y que no dejará indiferente a nadie. A buen seguro, creará polémica, pero qué sería del teatro sin ella».
El portavoz del jurado, Josep M. Martorell, habló ayer de «una mirada dramatúrgica diferente del teatro catalán reciente», o esa es al menos la impresión que le causa la obra vencedora del Premi Born, «emblemática y singular», porque pone su punto de mira histórico en el referente de la posguerra. «No conviene olvidar que el Born es siempre un referente de primer orden de la dramaturgia catalana», afirmó.
«La muerte del torero Manolete tras la cornada del toro Islero en 1947 es también la muerte de aquello que se esconde bajo tierra, en Mallorca, donde -cuenta la obra- basta que un carro endinsi les rodes en el moll per treure les pelleringues i penjar-les en el vent. La hipocresía de esta sociedad mallorquina es el centro de las inventivas dramáticas del autor», dijo Martorell.
El portavoz alabó también que la pieza «tenga un formato simbólico y artístico destacable. Personajes circenses y marginados sociales escupen palabras con dignidad al lado de personajes siniestros, jerarcas de la posguerra... E incorpora elementos visuales de gran fuerza vital. La obra debe mucho a la tradición popular y a un imaginario colectivo muy potente para el mallorquín, pero que puede proyectarse sin problemas de forma universal».