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El discurso del método

Alec Lloyd presenta en Formentera una colección de ´pictograbados´ que comenzó en la isla

Una de las obras que puede verse en la exposición.

GUILLERMO ROMANÍ|FORMENTERA

Alec Lloyd (Maison-Laffitte, 1979) descubrió Formentera hace tres años y desde entonces se ha hecho una asiduo de la isla; fue aquí y de manera casual cuando inició los trabajos que ahora expone, unos trabajos realizados mediante lo que él define como pictograbado, una técnica que pasa por el grabado sobre pintura al óleo fresco. Mediante un buril, un punzón u otro elemento fino y agudo, Lloyd dibuja cuerpos y formas que parten del vaciado de la pintura fresco mostrando bien la anterior capa de pintura, el sustrato, bien el elemento original.

El material inicial en que experimentó hace un año la técnica son tejas o restos de viejas tejas encontradas en los caminos de Formentera; en algunos casos las composiciones son mínimas, breves, podrían hacer pensar en un esbozo, en un proyecto, mas no, cada una de ellas, de las más grandes a las más pequeñas son una obra cerrada y completa, un haiku, por definirlo en términos literarios cuando las piezas apenas tienen una par de centímetros de lado.

Los primeros trabajos Lloyd los denomina fósiles porque atienden a representaciones de la vida mediterránea, de su clima y están inspiradas en cráteras griegas con trazos filiformes; a partir de ese momento Lloyd constató que podía cubrir todo tipo de superficies lisas «con esta escritura y representar un mundo entero en los límites impuestos por el material disponible». Así, en algunos casos no sólo una tela está cubierta por signos y símbolos sino que también el marco participa de la misma obra con nuevos trazos envolventes. Una vez encontrado su propio discurso, abarca nuevos campos, como lo demuestra con algunas zapatillas que expone y que han sido revisitadas por sus peculiares trazos de la misma manera que una de las obras de la que más orgulloso se siente, un teléfono Ericsson de 1938, el mismo modelo que Dalí pintara ese mismo año, que fue su paso definitivo a lo que el llama «vestir los objetos con una segunda y nueva piel».

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