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La instalación «¿Qué mide el tiempo?» vista por un crítico de arte y su autor

Michel Bohbot y Michel Buades reflexionan sobre el trabajo que acoge actualmente l'Hospitalet

Una metáfora sobre el devenir. Michel Buades con su instalación «Â¿Qué mide el tiempo?», una original y llamativa metáfora sobre el devenir a través de elementos simbólicos, que ocupa toda la ex-iglesia de l'Hospitalet hasta el 30 de septiembre.
Una mirada cómplice y profesional.El escritor, poeta y crítico de arte Michel Bohbot ha colaborado en varias ocasiones con Michel Buades en algunos de los trabajos literarios y artísticos que realiza a menudo este reconocido animador cultural francés.

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Hasta el próximo 30 de septiembre estará abierta al público en la ex-iglesia de l'Hospitalet (Dalt Vila) la instalación «¿Qué mide el tiempo?», de Michel Buades, inaugurada el pasado 23 de julio. El escritor y crítico de arte francés Michel Bohbot , que ha colaborado con el autor en varias ocasiones, reflexiona en el siguiente texto sobre las características, peculiaridades, simbolismo y otros aspectos de esta singular creación, creada expresamente para este anexo del Museu d'Art Contemporani d'Eivissa.

«Como prolegómenos, podemos decir que Miguel Buades tiene en sus instalaciones discurso y tono propios. No habla de vanguardia o de lucha, tampoco de relación de fuerza. Le interesan los conceptos: el de «poco» más que el de «mucho», el de «menos» más que el de «demasiados», el de «fragilidad» más que el de «invulnerabilidad». Como sus famosos antecesores Duchamp y Dubuffet, es admirador de las energías nimias, de los materiales pobres modestos y anónimos.

En esta instalación especialmente concebida para l'Hospitalet -marco desacralizado pero todavía portador de una cierta solemnidad- pone de manifiesto su interés por lo esencial, su respeto por los elementos primordiales y cotidianos: el agua, la luz, el papel, el fuego, el plomo, el hierro... el tiempo.

Este trabajo refleja una larga síntesis que consigue integrar elementos como el vacío, la luz, el frío, la inmovilidad... todos ellos portadores de una poética alusiva y elocuente que purifica a la vez la mirada y el espíritu. No nos encontramos frente a meros objetos: una clepsidra, libros que acompasan el espacio, luces vacilantes, hojas cubiertas por signos borrados, sino frente a unos objetos escogidos por su valor simbólico, su polisemia y su capacidad de trascender a su propia realidad física.

Esta instalación se presenta como una revelación y nuestra visión se reorganiza en otra dimensión tal vez más profunda. Abandonamos el mundo de las apariencias y de las convenciones, el mundo del placer por el mundo del ser. M. B. dibuja huellas sobre el mundo que nos rodea; de allí nace la calidad de las emociones que producen sus obras, hechas para una mirada táctil.

Estas obras nos hablan de nosotros, de nuestra vida, de su fluir, del nacimiento a la muerte, de su frágil precariedad. La vela ilumina y se apaga, el hielo se derrite, el libro se metamorfosea, el hierro se oxida. Espejos y metáforas. Semejante estética quiere ser y expresarse modestamente, lo que la convierte a nuestros ojos en algo aún más conmovedor. Rehabilita, defiende e ilustra nuestra realidad, ora desacreditada, ora ignorada. Nos invita a recordar nuestra condición humana: vida, camino, muerte. Pequeños grandes placeres que se deben apreciar: el musgo sobre la piedra, el juego lento de las nubes en el cielo, una hermosa silueta en una calle sin nombre.

M. B. nos transmite su gusto por la simplicidad más que por el énfasis, por la mirada tímida y curiosa más que por la ojeada rápida y distraída. Nada en la obra separa al artista del hombre. El respeto y el esmero que vierte en sus obras se vuelven pautas y normas de vida. Su trabajo es acorde con las energías y los ritmos del cosmos; el hielo se derrite y se transforma en agua, el agua se evapora y vuelve al aire, la tinta del signo en la página se desvanece... Actúa con reserva y poéticamente sobre el entorno, invitando al espectador a inventar para sí mismo ficciones, historias y mitos.

Estas obras tan presentes y misteriosas nos hacen compartir el gran sueños cósmico del artista y nos ayudan a comprender que la calidad de la mirada es esencial y que más allá de las apariencias puede crear una verdadera presencia».

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