El mundo del arte de la isla anda conmocionado estos días al enterarse de la increíble noticia del accidente que el pasado jueves costó la vida a Jacques Guérin. Un fatal accidente, su caída desde lo alto de un pino contra el cemento en su residencia de Can Pere Cala, en el valle del Morna (Sant Carles), fue la causa que puso fin a su vida cuando contaba con poco más de 50 años y se encontraba en un excelente momento creativo, con importantes pedidos y con varios proyectos entre manos en los que había puesto toda la ilusión y el entusiasmo de que era capaz un artista que presumía de ser autodidacta y estar siempre aprendiendo.
Su desconsolada esposa, Babette, ha convocado a los numerosos amigos que Jacques Guérin tenía en la isla para que le acompañen en el adiós al apreciado artista el próximo jueves 30. La capilla ardiente estará instalada en el Tanatorio (junto a Blanca Dona) de la 13 a las 16 horas. Sobre las 16'30 tendrá lugar el funeral de cuerpo presente en la iglesia de Sant Carles; de allí saldrá el cortejo fúnebre hasta el cementerio nuevo de Santa Eulària, y, por último, habrá una reunión en la singular residencia de Can Pere Cala. Como dijo ayer a este periódico Kiki Lagier-Turzi, una amiga próxima de la familia: «Intentaremos que sea como una especie de fiesta de despedida; Jacques era muy alegre, entusiasta y un gran enamorado de la vida; estoy segura de que preferiría un adiós amistoso y de una forma más acorde con su estilo», precisó.
Un deseo que comparten los amigos consultados este fin de semana por este periódico, todos ellos impresionados y atónitos ante una noticia tan absurda e increíble. Un sentimiento de que la vida es tan frágil, de que todos somos todos tan vulnerables, que resulta a veces patético los egoísmos y las ambiciones con las que tratamos de definir e imponer nuestro camino. Comentarios de este cariz están siendo la nota dominante de reacción ante un suceso tan desgraciado como el que le ha costado la vida a un artista tan lleno de vida y de ilusiones como Jacques Guérin.