«El secreto de todos los paisajes/ está en su movimiento oculto, sin descanso,/ y en el amor que no se ve,/ pero quiere ser visto y nos suplica/ una mirada nueva y diferente.» Estos versos que abren el segundo poema de la obra dan buena pista de por donde va «Libro de los trazados», quinto poemario de Vicente Valero (Eivissa, 1963). «Son cinco poemas largos que reflexionan en torno a la relación entre el sujeto artístico y la naturaleza. Normalmente el artista suele trabajar sobre el paisaje, pero no se ve a sí mismo formando parte de él. Lo que propongo aquí es justo lo contrario, vivir la naturaleza, formar parte de ella. Entonces la naturaleza deja de ser un paisaje y se convierte en una experiencia total», explicó ayer el poeta y ensayista a este periódico.
«La subida», «Taller de paisajista», «Curva en el camino del bosque», «Voces para una danza infinita» y «El río» son los títulos de esos cinco poemas, que se desarrollan en un sólo ámbito: «En el libro hay un solo escenario, el bosque, pero en el sentido de concepto; con todo lo que tiene de símbolo y de real. En mi poesía siempre juego con esos dos planos para hacer la realidad un poco más trascedente», precisó Valero, añadiendo que este poemario «es menos mediterráneo que los otros, porque hay en él una naturaleza más universal».
Otra diferencia apuntada por el autor es que «tiene una intensidad emocional mucho mayor, para demostrar que aquí se vive y contempla la realidad de la naturaleza de una manera más intensa, emocionalmente hablando».
Pero «Libro de los trazados» tiene algo en común con los cuatro poemarios precedentes: «Siempre bordeo el tema de la mística; me tienta; y aquí de una manera más directa, puesto que la mística es una manera de unirse a las cosas, y lo que busco en estos poemas es expresar la posibilidad que tiene un individuo de unirse a la naturaleza y formar parte de ella de una manera conciliada».
En cualquier caso, la diferencia que más salta a la vista es de índole formal: «Son poemas muy largos que me obligan a un tipo de lenguaje, de discurso más equilibrado y nuevo. Aquí el discurso tiene que ser más ágil; hay un ritmo, una estructura musical que es completamente nueva en mi poesía», concluyó Valero.