C.DOMENEC|BARCELONA
El escritor Pedro Zarraluki ha ganado el premio Nadal 2005 con «Un encargo difícil» (Edi.Destino). La novela se ambienta en la isla de Cabrera durante la postguerra española. Dos mujeres de bandos distintos prefieren, para poder sobrevivir y construir una cotidianeidad más digna, forjar su amistad a enfrentarse. El aislamiento de Cabrera fuerza la convivencia entre diversos personajes con intereses distintos e inspira la esperanza de salir de una guerra en la que casi todos pierden.
-¿Por qué escoge para su novela los años cuarenta en Cabrera?
-Quería hablar de una pequeña sociedad de gente que permite la recuperación en las tragedias, de ciertas personas más entregadas y vitales que tiran de los demás. Busqué la más inmediata postguerra, el verano de 1940, porque era un momento especialmente duro. Fui a Cabrera, haciéndome pasar por un científico, a través de un biólogo que investigaba los delfines mulares. Al llegar a la isla supe que situaría la novela en Cabrera.
-Reincide con Balears, puesto que ya situó en Eivissa «La noche del tramoyista».
-Tengo una larga relación con Balears, sobre todo con Eivissa. Mi padre vivió unos años allí, cuando yo era un niño e íbamos y veníamos con los antiguos aviones de hélice Bristol. Medio vivíamos en Eivissa.
-«Un encargo difícil» muestra una Cabrera siniestra.
-Franco utilizó Cabrera para hacer desaparecer gente. Leí también que había existido un campo de concentración en Formentera. Lo supe cuando la novela ya estaba en marcha, pero reafirmó mi teoría sobre que las islas habían sido siempre penales.
-Los personajes de la novela son muy diferentes, casi opuestos.
-Tengo los pescadores, los cuatro habitantes, la cantina, unos cuantos deportados, una curiosa mezcla de gente que no tienen nada que ver y que me permitían hacer convivir a Leonor, ilustrada y culta pero sin conocimiento sobre la supervivencia, con Felisa, analfabeta, antipática pero una bellísima persona. Si los hubiera ambientado en Barcelona o Palma, se habrían separado enseguida porque no tenían nada que ver los unos con los otros. En Cabrera estaban obligados a convivir.
-En su novela todos son perdedores.
-El personaje de Leonor Dot lo pasa mal porque es la mujer de un
alto cargo republicano fusilado pero Felisa, que forma parte de los
ganadores, está igualmente derrotada. Junto a la guerra y la
postguerra, tenemos a la Segunda Guerra Mundial en pleno auge
durante el verano de 1940. El destacamento militar siempre sufre
pensando que los ingleses puedan atacar Cabrera. La isla siempre ha
sido el primer punto para atacar Mallorca, desde la época de los
piratas. Yo quería hablar de gente normal y Cabrera me daba algo
muy bueno porque estaba aislada del resto del mundo. Era una tierra
neutral con una sociedad que se levanta y recupera su dignidad
porque está lo suficientemente apartada.
-Benito es el contrapunto.
-Sí, Benito es un personaje despreciable, dispuesto a todo por
conseguir cualquier cosa. Es una novela de perdedores, pero la vida
sigue. En un capítulo, Leonor tiene vergüenza porque se levanta con
ganas de hacer cosas, la vida renace su cuerpo, a pesar de todo lo
que le ha pasado. Son derrotados que salen de la derrota. La vida
es dura muchas veces, por razones históricas o personales. Es
importante la capacidad de lucha, que es de lo que quería hablar,
toda la novela es simbólica.
-¿El personaje de Lluent existió
realmente?
-Todo es ficticio, pero el Lluent era un pescador que está
enterrado en un cementerio de Cabrera. Hubo un aviador alemán como
el de la novela, pero que en realidad se mató y fue enterrado en
Cabrera. Decían que sus llantos se oían por la noche en el
cementerio. Años más tarde, el gobierno alemán realizó una campaña
para recuperar a los fallecidos alemanes y enterrarlos en
territorio alemán. La expedición fue al cementerio de Cabrera, que
es un desastre pero muy bonito, recuperó el cuerpo y lo enterró en
el cementerio alemán de Madrid. La gente siguió oyendo los lloros y
alguien se dio cuenta que se habían llevado a Lluent en vez del
cuerpo del alemán.
-Sus personajes secundarios se transforman, al final.
-Es curioso, el secundario con menos papel al principio, Felisa García, al final crece y se come la novela. Lo que más me gusta son los secundarios cuando escribo. El protagonismo, muchas veces, es insoportable. Todos somos secundarios, los unos de los otros. En esta novela todos los personajes tienen el mismo peso.
-Escribe sobre el retorno a la normalidad tras una guerra.
-Eso es exactamente la novela. Por eso está la joven Camila, que es el futuro aunque castigada por el presente. Ella es la esperanza y, a su vez, la más castigada. La novela es esperanzada pero melancólica, abre puertas a una cierta cotidianeidad y trata de la recuperación de la dignidad y un cierto sentido de la justicia. Leonor está dispuesta a renunciar a su sentido de revancha a cambio de que alguien salga beneficiado. Esa es la clave de la novela.