La exposición «Utopies i Arquitectura», que se presenta actualmente en la sede pitiusa del Col·legi d'Arquitectes de Balears, acoge varias propuestas que pueden ayudar al debate sobre el urbanismo (o falta de él, más bien) que existe entre los ciudadanos y los políticos que gobiernan Eivissa y Formentera. Si ayer nos fijábamos en ses Feixes y la próxima semana presentaremos dos proyectos pensados para Formentera (uno de Xavier Planas, de 1983, y otro -reciente- de Maria Osa), hoy es el turno de una propuesta pensada para Cala Llonga, objeto del proyecto de final de carrera de Marta Ferré, una joven arquitecta nacida en Barcelona hace 29 años.
Ferré explicó ayer a este periódico por qué se fijó en Cala Llonga para realizar su trabajo de final de carrera. «Como en el caso de Gemma F. Miras (la del proyecto de ses Feixes presentado ayer en estas páginas), la idea surgió en el curso que dieron en la Escuela Manuel de Solà-Morales y Víctor Rahola, con la colaboración de Salvador Roig. Escogí Cala Llonga como ejemplo de la masificación que pasa en las calas de la isla en general; intentando demostrar que hay otras maneras de hacerlo», explicó ayer a este periódico la autora del proyecto.
La propuesta de Marta Ferré no es tan radical como en principio pudiera pensarse. «Sin cambiar el carácter de la cala, mi proyecto sólo destaponaba las construcciones de la primera línea, pero respetaba el resto, con lo que se lograría mucha mayor capacidad, interés, servicios; aumentaría el triple de la capacidad de superficie utilizable de arena y la haría más rentable económicamente», afirmó la arquitecta. «Esta cala tiene una topografía muy interesante. Es muy estrecha y con mucha profundidad. Sólo con que quitasen esos hoteles pequeños de la orilla, ganaría en todos los sentidos».
Con una metáfora elocuente, Marta Ferré resumió así el concepto de su proyecto para Cala Llonga: «La idea era hacer un cosido de lo que pasaba delante de estos hotelitos de la orilla (la escasa playa) con lo de atrás, que es un espacio totalmente plano donde actualmente aparcan los coches desordenadamente. Así se aprovecharía la cala hasta el final; con una pinada para aparcar en la que cabrían hasta 500 vehículos». Pero el proyecto no termina con la reconversión de la cala. «Entra en un ámbito mayor, porque no tiene buena conexión con el exterior. Desde el momento que entras en la cala ya está todo degradado, sin aprovechar siquiera las vistas. Y hay caminos muy interesantes que pueden llevarte hasta Santa Eulària, pero no están conectados con Cala Llonga», concluyó Ferré.