LAURA MOYÀ
El Festival de Cannes no sólo vive de las proyecciones y de las grandes estrellas mediáticas, también tiene otro submundo más desconocido para el público: el de promocionar una película o, también, el de promocionarse uno mismo. Por eso las fiestas son tan importantes, porque permiten dejarse ver y ser visto. El sábado noche, el equipo de Yo, la ópera prima del mallorquín Rafa Cortés y filme revelación de la crítica en el certamen francés, asistió al cóctel que organizó el Instituto de la Cinematografía y de las Artes Visuales (ICAA), dependiente del Ministerio de Cultura, y el Instituto Español de Comercio Exterior (ICEX), en el Noga Beach, en la Croisette.
La velada contó con la presencia de pocos rostros famosos y muchos productores, la cara menos conocida del celuloide. Era su noche, destinada, sobre todo, a intercambiar tarjetas para futuros proyectos, que podrían terminar convirtiéndose en realidad (o no). Alex Brendemühl, protagonista absoluto de Yo, era uno de los más solicitados del equipo, aunque no fue el único. Cortés también iba de un lado para otro, charlando y saludando constantemente. Mientras, en la carpa situada en plena playa unas pantallas de televisión iban proyectando imágenes de las últimas películas españolas, entre ellas Yo.