Invitado por el Museu d'Art Contemporani d'Eivissa (MACE), Zush visitó ayer en la sala capitular del Ayuntamiento de Vila su obra Confuzeya (1974), adquirida recientemente por la entidad gracias a la colaboración del propio autor y de Yoonah Kim. «Es una pintura hecha en una época en la que vivía muy cerrado en el campo; y cuando bajaba a Vila mucha gente me miraba, supongo que por la pinta que tenía. Por eso hice una serie de obras en las que hay muchos ojos. Muchas cosas de mi trabajo van sobre cómo nos vemos a nosotros por dentro y cómo veo el mundo exterior», explicó ayer el polifacético creador catalán, nacido en Barcelona en 1946 como Albert Porta, firmando como Zush de 1968 a 2001, y desde entonces, como Evru.
Una metamorfosis creativa que Evru resumen así: «Todo es consecuencia de que tengo un estado que se llama Evrugo Mental State, que cuándo me preguntan dónde está siempre digo que en mi cabeza. Es como una utopía, lo que da razón de ser a mi obra. Todo lo que pasa en ese estado es lo que ves en la obra», precisó un artista que tiene un singular concepto de su actividad: «Yo no trabajo, eso es lo que hacen los pobres mineros chilenos atrapados a 700 metros bajo tierra; o cualquier albañil. Lo que yo intento es trasubir, algo que aconsejo a todos, pues es mucho más interesante que irse abajo», consideró el artista.
'Mènage a trois'
Zush vivió en Eivissa 18 años, entre 1968 y 1983. «Ya no vengo mucho a la isla, pues casi todos los amigos de la época han desaparecido. Sólo quedan dos, Jean Willi y Felix Waske, con quienes estoy haciendo pequeños libros desplegables, que nos mandamos por correo y vamos interviniendo en ellos; incluso dibujando encima de la obra del otro, por los dos lados. Yo le llamo el grupo melancólico, y es un menàge a trois. Estamos intentando convencer a otro amigo de entonces que vive en Alemania para hace un menàge a quatre, pero no quiere entrar. Mañana tenemos una reunión para ve cómo continuamos los libros y cómo los repartimos. Algunos están hecho entre dos y otros entre tres», explicó el artista sobre esta propuesta, parte de la cual se expuso hace unos meses en el Espacio Micus de Jesús.
En cuanto a proyectos en los que esté trabajando actualmente, Evru informó que estaba inmerso «en varios; en Vietnam y en otros sitios; pero no me gusta hablar de las cosas hasta que no están más cerradas», subrayó el artista, quien no descarta presentar alguna exposición en el nuevo MACE, cuyas obras de ampliación y remodelación se espera estén concluidas el próximo año.
Artista plural de reconocida y amplia trayectoria, el cambio de Albert Porta a Zush se produjo cuando en 1968 estuvo internado tres meses en el Hospital Frenopático de Barcelona. Allí uno de los paciente le llamó Zush, nombre que el artista adoptó. Con el tiempo, irá evolucionando desde sus Ego Zush Productions hasta la creación de su estado propio, el apuntado Evrugo Mental State, estableciendo un código de comunicación en que personaliza símbolos universales (alfabeto, himno, bandera, pasaportes, dinero), creando una relación singular entre su estado interior y el mundo exterior.
Los años ibicencos
Zush aseguró ayer que «Eivissa siempre está dentro, pues viví en la isla 18 años. Incluso tengo dos hijos nacidos aquí, que sí vienen a menudo a la isla», precisó, añadiendo una anécdota curiosa que guarda de sus años ibicencos. «Las primeras elecciones democráticas de España, en 1977, las voté en el colegio electoral de este museo». Recuerdos de una época vivida con intensidad, «pues fue toda mi juventud, desde los 21 años a la edad adulta, que viví en esta isla. Hasta que entré en el mundo internacional del arte, cuando se produjo un cambio en mi vida, que coincidió también con razones personales», recordó el artista catalán.
Un momento importante en su época ibicenca fue cuando en 1969 Zush expuso por primera vez en la galería Ivan Spence, cuya hija fue su primera esposa. Una muestra que supondrá la presentación de su cambio de estética; con una obra que beberá del concepto de psicodelia, entendido como manifestación del alma, creando atmósferas en las que la oscuridad, el cromatismo y la música transportaban al espectador hacia una experiencia de carácter ritual.