El Príncipe de Asturias ha ensalzado hoy la «palabra libre» del poeta José Manuel Caballero Bonald, tras entregarle el Premio Cervantes en la Universidad de Alcalá, y ha alabado su «integridad extrema» y su «lucidez y valentía», considerándole un «referente del rigor literario».
Acompañado de doña Letizia y en presencia del jefe del Gobierno, Mariano Rajoy, en el histórico Paraninfo de la Universidad, don Felipe ha definido a Caballero Bonald como «un navegante solitario, resistente a las modas y las actitudes gregarias, frente a las cuales ha mantenido un constante desafío de infractor».
«Solo una palabra libre puede sacudir letargos y remover conciencias», ha subrayado en un discurso no solo dedicado a la poderosa vertiente literaria del galardonado, sino también a su compromiso vital porque, ha dicho, «la inquietud, a veces interpretada como disconformidad, ha sido un elemento clave en su trayectoria vital y literaria».
El autor gaditano, ha proseguido el Príncipe, «reclama lectores decididos a salir de sí mismos y a compartir la aventura de buscar con esa palabra nuevos espacios de vida individual y social».
El Premio Cervantes 2012 ha sido presentado por el Heredero de la Corona como poeta «esencialmente», pero el cual ha escrito «con idéntica pasión por la palabra», novelas, ensayos, adaptaciones teatrales o libros de viajes «construidos con un lenguaje deslumbrante, repleto de geniales intuiciones formales que descubren y ensanchan nuevos caminos».
«Nos encontramos ante un escritor de referencia por su imponente personalidad literaria, por su contribución a la alianza cultural que perpetúa la hermandad entre España y todos los países hispánicos, y por enriquecer de forma notable y durante más de medio siglo el patrimonio literario de nuestra lengua», ha explicado.
Además, en su condición de andaluz de Jerez de la Frontera, pero con ascendencia caribeña y española, el autor es según el Príncipe «hijo del mestizaje de europeos y americanos», fusión que también se celebra el máximo galardón de las letras hispánicas.
Y lo ha considerado un referente, tanto para Andalucía como para toda Iberoamérica.
Para su tierra, por su «inestimable aportación» a su panorama cultural e intelectual, y más allá de las fronteras, por su entendimiento con artistas hispanoamericanos que le dejaron «importantes deudas».
Así ha citado a autores como Juan Rulfo o César Vallejo, José Lezama Lima, u otros premios Cervantes (Alejo Carpentier, Juan Carlos Onetti, Octavio Paz), de manera que «los que un día fueron sus maestros se convirtieron con el tiempo en sus compañeros de viaje».
Y el mar, cuya trascendencia arranca de su juventud gaditana, con una pasión que le ha acompañado toda su vida y que tal y como ha recordado don Felipe está muy presente en su poesía: «se ven las luces portuarias/ que atañen cada noche al alumbrado de la vida./ Allí habitan las gentes/ a cuya estirpe pertenezco».
Fueron andaluces los primeros poetas con los que trabó relación, al igual que los de sus primeras lecturas -Juan Ramón Jiménez, Vicente Aleixandre, Federico García Lorca o Luis Cernuda-, ha añadido.
También ha sido el premiado un referente «del rigor literario», ha enfatizado el Príncipe de Asturias, apoyado en la «poderosa impronta» que su obra ha recibido de clásicos como San Juan de la Cruz, Quevedo o Góngora, y también de Cervantes.
Y si la novela cervantina es «el punto de partida» de otras novelas escritas en castellano, la obra de José Manuel Caballero Bonald lo es también en tanto que referente de «exigencia estética».
«Su literatura se caracteriza sobre todo por la riqueza y la precisión de su lenguaje, que huye de lo banal para buscar lo insólito y romper con las rutinas expresivas logrando una lengua renovadora e inédita», ha apuntado al respecto.
También ha reseñado don Felipe que en sus textos «la palabra se toca, se huele, se saborea, pero sobre todo vemos cómo se abre a significaciones cada vez más ricas» y ello gracias a una poesía «alerta» y «vigilante».
Sus temas recurrentes han sido «la memoria colectiva e individual y sus trampas, la capacidad fabuladora del recuerdo, la reinvención del pasado personal e histórico, los límites entre lo ilusorio y lo verídico y la fugacidad de las cosas».
No ha olvidado el Príncipe de Asturias destacar cómo esta escritura suya «rica y deslumbrante» está además articulada por una conciencia ética, de manera que sus inquietudes políticas le alinearon con los jóvenes poetas de la generación del 50.
En el último premio Cervantes, el Príncipe ve «un lúcido que no da lecciones», dueño de una biografía «de días memorables, con sabores agrios y dulces, frente a los que su espíritu siempre ha sabido sobresalir», así como una «maestro de maestros».
«Hay, en suma, un capitán varado a voluntad propia, al que la inmortalidad le parece 'insufribe y engorrosa' y al que este premio le va a estropear algo sus planes», ha concluido don Felipe.