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Milena Güell retrata una isla salvaje

La fotógrafa y diseñadora Milena Güell en la inauguración de su exposición en Ibiza Best Photo. | Arguiñe Escandón

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Una isla salvaje fue lo que se encontró la fotógrafa y diseñadora gráfica, Milena Güell, al llegar hace apenas unos meses a Eivissa. Una isla con mucho potencial para ser explotado a través de imágenes, con escenarios salvajes donde colocar a sus musas y crear la que es su primera exposición en la Galería Ibiza Best Photo & Art, que podrá visitarse hasta el día 22 de este mes.

Una muestra fotográfica donde refleja su propio proceso interno, e inspiración, a través de la conexión de amistad que le une a las modelos de sus obras. «La idea fue surgiendo de una improvisación. Aunque sí que es un concepto que se repite últimamente en mis fotografías, y se basa en conectar con el lado salvaje de cada una de las mujeres, por medio de su feminidad. Por ello, muestro un desnudo no sexual, sino de redescubrimiento de uno mismo», explica Güell.

Una alabanza a la naturalidad y desnudez, donde no hay nada que ocultar. Fotografías que no sólo retratan cuerpos, sino también historias. «En esta aparece una pareja abrazada, amigos míos, que de verdad son pareja. Es muy bonito formar parte del amor entre dos personas de manera natural. Conectar con el cuerpo sin dar de lado a la sexualidad pero no enfocándolo solo hacia ella», explica la fotógrafa. Aspectos tan íntimos como profundos, donde una de las modelos está adoptando una posición casi fetal, rodeada de plantas y envuelta por rocas, ya que representa estar dentro del útero materno. «En este proceso estamos renaciendo y aceptándonos a nosotros mismos», detalla Güell.

Su colección entrelaza, de esta manera, el cuerpo humano con los paisajes de la isla, interesándose especialmente en la naturaleza tocada por el hombre. Una de las imágenes muestra las piscinas de ses Salines que han sido construidas por el hombre «pero después reconquistadas por la naturaleza». Otra de las fotografías muestra las casitas de pescadores en Cala Salada, cuyas rampas para subir las barcas han sido también moldeadas por el mar, adoptando así nuevas formas.

«En Eivissa me he encontrado con nuevo espacio donde todo me inspira», admite Milena, quien reconoce que hasta llegar a la isla su trabajo era casi exclusivamente en blanco y negro. Sin embargo, Eivissa y sus colores la hicieron cambiar de opinión. «Me siento muy conectada a las luces y sombras sin interferencias. Pero la isla me puso muy complicado seguir enclavada en el blanco y negro, porque tiene unos azules increíbles, y no podía renunciar a la calidez que el color del paisaje le aporta a las imágenes. Aunque me costó admitirlo, decidí compaginar ambos estilos y no ser esclava del blanco y negro», concluye la artista.

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