Llegar a Ibiza en 1975 suponía huir de una península muy conservadora y franquista y conquistar el paraíso. Aquí también había franquismo, lógicamente, pero podías dejarlo a un lado porque había otra vida muy mágica. Había gente muy guapa, luego estaban los hippies que suponían algo exótico y también estaba la moda y esa forma de vestir tan distinta.Todo era nuevo y muy deslumbrante.Yo me deslumbré, me encantó y me quedé», confiesa el pintor Carlos Genicio a sus 64 años.
Nació en Oviedo en 1952 y vino a la isla por casualidad. «Fue por un viaje que hice con un amigo a Torremolinos y acabé viniendo a ver a otros amigos a la isla». Dice Genicio que recuerda perfectamente la primera vez que comenzó a vislumbrar el puerto de Ibiza en un atardecer del mes de septiembre. «Entré en el puerto con un barco muy antiguo, de los años 40, y durante la puesta de sol. Me enamoré solo de ver los barecitos del puerto iluminados con esa luz mágica. Me deslumbró algo que me resultó muy atractivo y diferente. Es una preciosa imagen que todavía guardo en mi memoria».
Y una vez en Ibiza se volvió a enamorar, pero en esta ocasión de una joven alemana que trabajaba de guía en un hotel de Talamanca. «Nos quedamos a pasar el invierno, pero no teníamos dinero y había que sobrevivir», así que montaron una mesa para hacer artesanía y con eso casi recogieron el dinero suficiente. «Allí teníamos desde collares de ella hasta un reloj mío y llegué a hacer flautas artesanas. Aquel invierno no había casi nadie en la isla y recuerdo que cayó una helada tremenda y que luego incluso nevó», revive.
Para este pintor, en aquellos años, «era todo muy mágico en Ibiza. Aquí podías ver gente que no habías visto nunca en la vida. Y al mismo tiempo, una vez en la playa mi chica hizo top-less y vino la guardia civil y se la llevó para tomarle los datos. Todo lo que venía era muy moderno y a la vez estábamos viviendo el franquismo. De hecho, yo recuerdo haber vivido el momento de la retransmisión de la muerte de Franco desde Ibiza, entonces vivía en Dalt Vila, en una casa que teníamos alquilada y por la que pagábamos un dineral».
Fue a partir de 1978 que Carlos Genicio entró en contacto con la discoteca Es Paradís Terrenal. «Empecé a presentarme a unos concursos de disfraces que hacía la discoteca.Eran fiestas temáticas, como la de la noche de Hollywood u otras». Y fue curioso porque este artista se presentó a tres concursos distintos con el mismo traje que había comprado en el rastro de Madrid , pero caracterizado según la temática de la fiesta y las tres veces ganó el concurso. «Eran premios de unas 10.000 pesetas que venían muy bien para pasar el mes».
La tercera vez que Genicio ganó el premio al mejor disfraz, el gerente de la discoteca Es Paradís de Sant Antoni, Pepe Aguirre, se interesó por él. «Me ofreció llevar la gestión de las fiestas y de los carteles promocionales. Mi trabajo era organizar cada fiesta, la agenda, diseñar los carteles, ir a la imprenta, etc. Entonces era todo muy rústico y se hacía en una semana. Después fue evolucionando esa gestión y ya las fiestas se organizaban en invierno».
Este artista polifacético recuerda fiestas como la de Hollywood o una temática de vampiros en la que participaba «un personaje de la noche muy polivalente y curioso. Hacíamos un número en el seno de la fiesta simulando que éste hombre estaba dentro de un ataúd durmiendo y en un momento dado se despertaba. Pero una noche no se despertó y nos tocó improvisarlo todo sobre la marcha. Estaba profundamente dormido y probablemente habría fumado y bebido porque se quedó dormido con todo el ruido de la música de la discoteca», revive todavía incrédulo Genicio entre risas.
Después llegó la fiesta del agua por la que la discoteca Es Paradís se hizo muy famosa en los 80. «Se hacía una vez al año y un domingo por la mañana, tratando de hacerla coincidir con el cumpleaños de Pepe Aguirre, en agosto. Yo creo que comenzó alrededor de 1985 y tuvo un grandísimo éxito. Venía gente de la isla y todo el mundo que podía porque aquello era divertidísimo, nos lo pasábamos realmente bien», comparte.