Una buena cartera de inversión en renta variable tiene que estar diversificada, entendiendo como tal la coexistencia de activos poco correlacionados. La poca cultura financiera que hay en España provoca situaciones rocambolescas y desgraciadamente tan frecuentes como la de aquellos que aseguran tener una cartera muy diversificada por tener acciones del Santander, Telefónica, BBVA y Repsol. El problema llega cuando el mercado español cae y ve cómo la totalidad de sus activos baja, ya que además del “riesgo país” son valores altamente correlacionados debido al peso que tienen en el IBEX-35.
Los fondos de inversión, por ejemplo, son un instrumento ideal para buscar diversificación a largo plazo. En primer lugar, por la propia idiosincrasia del fondo (podría tener entre 30 y 100 acciones de una zona o sector determinado) y en segundo por la facilidad de acceso para el inversor a fondos con activos en zonas diferentes.
Con la situación actual de las bolsas mundiales, para una persona que resida en España, es decir, que cobra y paga en euros, tener un 60% en bolsa de la Unión parece una decisión óptima. La bolsa española debe estar presente en este apartado, en especial bancos grandes, algo extensivo a todo el continente, castigados durante la crisis sin realmente tener tantos problemas como otros; las SOCIMIs y REITs tampoco se pueden obviar, sobre todo tras el anuncio del QE.
El porcentaje de bolsa americana, aunque no ha marcado cambio de tendencia, no debería superar el 20% del patrimonio en renta variable, ya que la subida, tanto de sus bolsas como de su divisa, ha sido significativa.
El resto se puede invertir entre bolsas de países emergentes, sobreponderando sudeste asiático y en Japón, teniendo muy presente la volatilidad de sus bolsas, algo superior a la que estamos habituados.