Tras un fin de semana en Roma, me liquidaron el impuesto turístico local, 36 euros. Se lo embolsa la “comune di Roma”, es decir su ayuntamiento. Lo llaman “contributo di soggiorno”.
Sin matizar, diré que en tres días me han tratado muy bien, y me han sacudido el bolsillo en la misma proporción. Un detalle, por una pinta de “birra pressione” Peroni, marca habitual por allí, me solicitarón siete euros y medio, en las inmediaciones de la inevitable Fontana de Trevi. En euros es carísima, y en pesetas, impensable. Sin embargo, en la terraza llena, muchos la piden, y todos la pagan, supongo. Por tanto, pertenezco al club de los privilegiados que puede pagarlo.
Sin tanta exageración, pero te van atizando así por toda la ciudad. Y luego, cuando te vas, el político local te pide 6 euros por noche/día, ya que has consumido servicios públicos locales y debes pagarlo, claro.
Los impuestos que pagan el hotel donde estuve, el alquiler de coches, la gasolina, los parkings, las entradas a museos, el autobús, los restaurantes, los bares,... con el dinero que les entrego, no es bastante. No llega. Como turista, debo pagar aparte, y más que un residente romano habitual. No acierto a saber qué, pero es así.
Mi consuelo es durante el vuelo de vuelta. Me voy a vengar, fríamente, como se debe hacer. Dentro de nada, cuando un romano venga a Balears, pagará también el impuesto turístico, ya se verá cuál. Y me parecerá muy bien, porque yo he pagado en Roma por lo mismo, es decir, por nada, por la cara. Me siento reconfortado, y regreso contento.
Al poco me doy de cuenta de mi estupidez. Resulta que he pagado a un político romano al que no conozco, al que no voto y que jamás me rendirá cuentas. He averiguado cómo se llama, es Ignazio Marino. Tío listo.
A los romanos que paguen en Balears les pasará lo mismo. Un político local, al que jamás votarán, les cobrará un impuesto. También por aquí abundan los listos, en las Balears.
Conclusión: la clase política ha logrado cobrar un impuesto a quienes no les votan. Puede verse como una forma de talento político pero en realidad es la enésima tomadura de pelo. Es un fraude democrático cobrar impuestos a quien no te vota. Y sin embargo, maravilla leer cuántos defensores tiene el asunto y cuántas razones encuentran para sacudir, por la cara, el bolsillo de los romanos que vengan a Balears.