Hace solo tres días entraban en vigor la nuevas ordenanzas municipales en Calviá, destinadas a prevenir y controlar los excesos de la tristemente famosa calle Punta Ballena.
Estas normas son el fruto de un intenso trabajo de equipo transversal entre el Govern, el Ajuntament de Calvià, las fuerzas de seguridad de Estado y la Policía Local, con la eficaz colaboración del Foreign Office y el Consulado Británico en Baleares, demostrando que con buena voluntad pueden superarse las barreras interadministrativas, incluso internacionales.
Las normas establecen la prohibición de ciertas conductas antisociales en los espacios públicos, como actos vandálicos, solicitar o realizar actos sexuales, tirar residuos, hacer las necesidades fisiológicas o consumir alcohol en la vía pública, poner música o, simplemente, ir desnudos, y la prohibición de actividades ilícitas o contra la integridad de las personas, como el “balconing” , la posesión y el consumo de drogas y el de alcohol por menores de 18 años, o los objetos punzantes en las playas. Ya era hora de que alguien tomara alguna iniciativa contra este tipo de conductas indeseables.
En el Reino Unido, estas normas han tenido un importante eco, y ya se están desarrollando campañas para generar expectativas diferentes entre los jóvenes británicos que desean visitar Magaluf. Todo esto ha sido posible gracias al amplísimo consenso alcanzado y del cual me siento muy orgulloso, pero debemos terminar lo que empezamos, aplicando con rigor lo que los británicos denominan “law enforcement” (asegurar el cumplimiento de la ley).
Es el tiempo de la actuación de nuestras fuerzas de seguridad, es el momento de que los 36 efectivos adicionales de Policía Local y Guardia Civil patrullen sin descanso las calles más conflictivas de Magaluf, y de la intervención de los cuerpos especiales y de las patrullas mixtas británicas y españolas que aspiramos a conseguir. Y es mucho lo que está en juego: nuestra convivencia y la reputación y el futuro de Magaluf, de Calvià, y de toda Mallorca, justo cuando la mayoría de empresarios estamos invirtiendo fuertemente para posicionar a esta isla entre los mejores destinos internacionales de calidad.
Ha llegado la hora de la verdad para Magaluf: o ganamos entre todos esta batalla, o este valioso pedazo de costa mallorquina se perpetuará como destino para hooligans: perderemos segmentos de alto valor añadido como el turismo familiar y de adultos, parejas maduras con hijos emancipados (“empty-nesters”) y turismo de calidad en general, para ser absolutamente “colonizados” por los gamberros que apenas dejan derrama económica en el destino, y sí dejan, en cambio, una estela de escándalos, vandalismo, o lo que es peor, delitos y aberraciones como el “balconing”.
Ahora no podemos fallar. Los nuevos responsables políticos se encontrarán en Magaluf un reto muy importante, pero también, a su favor, encontrarán grandes avances en materia de consenso y unidad de los diferentes actores sociales. Por ello, no me cabe la menor duda de que, ante el relevo en las instituciones de Balears, todos seguiremos unidos e impulsando este gran consenso por un futuro turístico de calidad en Magaluf.