Antes de modificar la Constitución, la apertura de las listas electorales podría ayudar a mejorar la confianza en la política, al tiempo que podría facilitar la realización de muchas de las reformas pendientes.
De hecho, el actual sistema electoral de las listas cerradas y bloqueadas ha propiciado estabilidad y gobernabilidad, pero también ha generado un fuerte distanciamiento entre los representantes y sus representados, al generar incentivos para que, frecuentemente, los diputados estén más atentos a la lealtad para con su líder que para con sus votantes. Incluso los hay que no participan en la campañas electorales.
Con todo, el desbloqueo y apertura resultaría insuficiente si no está complementado con la introducción de un sistema mixto que combinase el actual voto proporcional con otro mayoritario.
Balears, al tener potestad legislativa, podría iniciar un proceso de reforma, liderando un cambio nacional.
A modo de ejemplo, y con el único ánimo de provocar el inicio del debate, el proceso de elección de nuestros 59 diputados autonómicos podría ser: 33 diputados elegidos en circunscripción única para toda Balears, mediante un sistema de lista cerrada y bloqueada como el actual. Mientras que los 26 diputados restantes podrían ser elegidos por sistema mayoritario, estableciendo 14 distritos uninominales en Mallorca, 6 en Eivissa, 5 en Menorca y 1 en Formentera, en función del territorio y la población.
Esos distritos deberían ser establecidos por algún organismo neutral para minimizar el llamado ‘gerrymanderin'.
Este sistema mixto presenta la principal ventaja de cambiar los incentivos de los diputados, reforzando mucho su vinculación con sus electores y, por tanto, incrementando su perfil y capacidad de representación. Autentificando así la función del Parlament.
La lista única aporta más proporcionalidad al sistema al reducir la pérdida de restos, facilitando, por tanto, la participación de las minorías. Supone un refuerzo a la unidad entre las islas y facilita que el cabeza de lista pueda ser más fácilmente un candidato de cualquier isla. Sin duda, los partidos deberían procurar que en ella figuren personas de todas las procedencias.
El sistema también conlleva un cambio de la concepción de la disciplina de partido, obligando a un ejercicio permanente de negociación en el seno del propio partido, fomentando la democracia interna y también la participación. Se mejora así la división de poderes de Montesquieu (que ahora es insuficiente) y se complica el trabajo de los lobbys al tener que convencer a un mayor número de personas, estableciendo un verdadero antídoto anticorrupción.
Por razones obvias, las leyes electorales son de muy difícil modificación, por eso ocasiones como la actual son escasas y los beneficios importantes. Ser radicales debería significar ir a la raíz de los problemas. ¿Comenzamos a debatir?