Hace apenas unas semanas que parecía que se acababa el mundo, al menos bursátilmente hablando. Oíamos noticias de que China decrecía de forma alarmante, que el petróleo barato era malo para la economía, que Grecia volvería a tener problemas de deuda, que el Reino Unido saldría de la comunidad europea y que algunos bancos montarían un follón similar al de Lehman Brothers.
Pues bien, tres semanas después, sin haber cambiado nada, las bolsas están entre un 10 y un 15% por encima de sus mínimos de 2016, y algún índice está en positivo ya en 2016; por no hablar de buenos fondos de inversión que están dando rentabilidades superiores al 2 y 3% en apenas dos meses y medio.
Realmente sí ha cambiado un aspecto: ya no hay miedo. Ha desaparecido. Este factor que podría ser baladí, no lo es. Ni muchísimo menos. Y es fácilmente cuantificable mediante encuestas de sentimiento e índices de volatilidad.
Esta vez, como casi siempre, se ha repetido una máxima: tras descensos que provocan niveles de pánicos, las bolsas reaccionan con fuertes subidas.
Esto no quiere decir que siempre que la bolsa baje, haya que comprar, pero sí que hay que fijarse en los motivos por los que baja. Es curioso pero en los grandes crashes bursátiles de la historia no hay niveles altos de miedo, de hecho en ocasiones los hay de euforia.
Ahora que parece, al menos de momento, haberse controlado, y que las bolsas han recuperado buena parte del terreno perdido, hay que volverse a situar.
En esta sección, insistimos continuamente en que es necesario diversificar entre zonas y sectores, y donde parece que hay más potencial es en la bolsa europea (tal vez habría que dejar aparte la española, por sus intereses en Brasil y por la situación política).
Los niveles clave que se deben aguantar para seguir viendo este potencial, y en el índice líder de la bolsa europea, el EuroStoxx 50, es muy claro: para quien pueda soportar menos pérdidas el de 3.000/3.030 y para quien sí tenga más aguante, los mínimos de este año entorno a los 2.700/2.660.