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La economía ha muerto

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El filósofo y matemático Ludwig Wittgenstein (1889-1951) en su obra capital el Tractatus Logico-Philosophicus esgrimió algunas sentencias que en su momento convulsionaron el ámbito de la filosofía y el pensamiento de su época: “La filosofía ha muerto. En la filosofía no hallamos ninguna certeza absoluta... y de lo que no se puede tener por verdad es mejor callarse”. El pensador vienés se refería a que si no se utilizaba un lenguaje y unas herramientas exactas —como sucede en la física y en la matemática— para abordar las cuestiones del pensamiento humano, jamás podrá llegarse a la verdad.

A diferencia de la filosofía, la economía a priori debería tenerlo más fácil puesto que en buena parte deriva y se nutre de una ciencia exacta como es la matemática. No obstante y a medida que agotamos lustros parece más bien lo contrario. La economía en su vertiente macro —en la mini permanece desde siempre— ha entrado en los hogares de forma sistemática para confundir a la gente. Tras escuchar un rato disertar a nuestros expertos sobre la prima de riesgo, el PIB, el déficit, y sobre todo lo imposible que va a resultar cuadrar los balances y devolver lo que debemos, se nos pone la cara de tontos. La certeza de que dos y dos son cuatro se tambalea puesto que debemos ocho.

Apreciados lectores, sin ánimo de ofenderles y deseándoles lo mejor para este año que acaba de comenzar, considero imprescindible plasmar la realidad del panorama económico en lo que concierne a Balears, España y Europa.

Balears vive un momento óptimo gracias a un turismo reconducido debido al holocausto del terrorismo que se cierne sobre muchos países de nuestra competencia. A parte de ser una industria frágil y desleal, nuestra comunidad autónoma ha batido récords en cifras y sigue siendo una de las comunidades más endeudadas del Estado español.

España presenta unas cifras todavía peores que las de nuestra comunidad. Vamos suscribiendo y apalancando deuda año tras año. La riqueza que generamos es muy inferior al gasto incesante —una parte destacable incluirlo como despilfarro o malversación—. La cuestión es que hoy por hoy nuestra deuda supera a nuestro Producto Interior Bruto, lo cual a parte de gravísimo resulta todavía peor: impagable.

Lo que sucede es que lo tenemos medio asumido, igual que la polilla del viejo abrigo del desván. Al frente de esta Europa débil y zigzagueante, tenemos la suerte o la desgracia de ser liderados por un tal Mario Draghi que, en línea con la mayoría de gobiernos zona euro, huye hacia adelante comprando toda la deuda y el papel que encuentra a su camino. Es como tener un Papá Noel insensato que nos canta villancicos camino del patíbulo.
Porque, querido lector, este billón y pico de euros que debe España, junto con el resto de billones que deben nuestros países colegas y vecinos, alguien tendrá que pagarlo.

La economía es como el canto de un cisne. En fin, pasará lo que tenga que pasar.
Estamos en enero y todavía de resaca. Y el último que apague la luz.

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