Se atribuye a Antonio Machado la frase de que “todo necio confunde valor y precio”. Si poseemos una inversión, ya sea en forma de activos o en forma de acciones , debemos tener en cuenta que un aspecto es el precio , es decir la cantidad de dinero que hemos pagado por ese bien, y otro aspecto diferente es el valor, que es el beneficio o utilidad que se espera obtener si adquirimos ese bien.
El precio es fijo, el valor no. Depende de lo que el bien, producto o servicio aporte a cada persona. El valor es algo totalmente diferente para cada persona, ya que cada persona asigna unos atributos distintos a un bien, producto o servicio.
La valoración de una empresa o de un negocio es un hecho muy importante. No solo porque a todo el mundo le gusta saber qué vale lo que tiene, sino porque a lo mejor está pensando en transaccionar, ya sea por la parte de compra o por la parte de venta.
Tanto para los que quieren vender su empresa como para los que pretenden comprar una, poner el precio justo es una decisión compleja. Por lo general, el empresario que se desprende de su negocio lo valora por un precio superior al que realmente tiene. Simplificándolo al máximo, el precio de una empresa está determinado por su fondo de comercio, que refleja si el negocio es viable o no. En este grupo caben maquinaria, equipamiento, contratos, licencias, clientes, modelos de empresa, marcas y patentes, entre otros. Pero también hay que tener en cuenta el sector en que se esté operando: si tiene perspectivas de crecimiento, el precio será mayor. En cualquier caso, el valor real de la empresa se mide por la capacidad de generar dinero que tiene; por eso, a la hora de valorar los elementos que la componen, hay que hacerlo en función de lo que aportan a la empresa, no medirlos de manera independiente.
La valoración de una empresa es una estimación, una cifra que no puede tomarse como “exacta” o única que dependerá de si acaba de empezar a funcionar, o ya lleva tiempo, del momento de la transacción y del método utilizado. Los métodos más utilizados son el valor contable o el valor determinado por el descuento de flujos de caja. Hay más posibilidades, pero vamos a centrarnos en los más comunes.
El valor contable es el método basado en la estimación del valor del patrimonio a través del balance de la empresa. Es el valor que figura en nuestro balance del activo menos el pasivo exigible, es decir, el valor de los fondos propios. El problema que tiene es que los valores recogidos en libros no suelen representar el valor actual del mercado. Por ejemplo, y de acuerdo al marco contable, los activos materiales están valorados a coste de adquisición o por ejemplo los intangibles (marcas creadas internamente) no están valorados en nuestro balance. Esto por la parte de las plusvalías latentes que pueden residir en nuestros activos pero hay que pensar que pueden haber minusvalías latentes, como podrían ser contingencias fiscales, laborales o medioambientales que por su característica de contingencia no están tampoco registrados en el pasivo de nuestro balance pero deben valorarse en caso de una transacción. Además este método tampoco tiene en cuenta la evolución futura de la empresa.
El valor determinado por el descuento de flujos de caja es un método que calcula el valor de una empresa descontando los beneficios netos entendidos estos como flujos de caja (entradas de efectivo menos salidas de efectivo) que se esperan obtener en el futuro. Básicamente se trata de decidir el valor actual de esos futuros beneficios entendidos como flujos de caja netos. Quiere recoger la potencialidad de la empresa. Dicen los anglosajones que “cash is king”, y cuando adquiero un negocio lo que quiero es beneficios, pero estos se traducen en que se genere liquidez. Una empresa puede estimar unas determinadas facturaciones pero si no las cobra es como si nada. El valor depende por consiguiente de los beneficios futuros, de cuántos años se estiman y de la tasa de riesgo con la cual se descuenta. En resumen, cada uno valora un negocio según su situación y perspectivas particulares, y cuando los agentes que intervienen en la transacción, los negociadores, llegan a un acuerdo, ese valor ya concreto es el precio.