Los recientes datos publicados por el Intituto Nacional de Estadística (INE) sobre la productividad española resultan alarmantes. Durante el año 2018 la productividad del trabajo ha aumentado un 0%, lo que implicaría que los salarios nominales deberían haber aumentado en términos reales en igual o menor cuantía (0%) si deseamos mantener la competitividad exterior del país sin amenazar la creación de empleo.
A pesar de las polémicas, existe un cierto consenso en que el PIB per cápita de un país es un buen indicador del bienestar de sus ciudadanos.
Tradicionalmente existen ciertos sectores donde la productividad crece más rápidamente, como en la industria o los servicios avanzados, mientras que en otros sectores, como en la construcción o el turismo, los crecimientos son más lentos, lo que se traduce en menores salarios. Durante la burbuja inmobiliaria (2002-2006) la productividad apenas creció en España (un 0,3%) debido a que la creación de empleo se concentró en la construcción y en los servicios en detrimento de la industria. A pesar de todo, los salarios pudieron crecer muy por encima de la productividad, pero a costa de la caída de la competitividad externa y de un creciente endeudamiento.
Durante los años de crisis (2007-2013) se destruyeron más de 3,5 millones de empleos sin que apenas descendiera el PIB, lo que implicó un gran aumento del PIB por trabajador. La mejora de la productividad fue de más del 12% en 6 años, permitiendo la recuperación de la competitividad y un retorno a los superávits por cuenta corriente gracias también a una devaluación salarial. Pero desde 2014 el ritmo de crecimiento de la productividad media no ha dejado de empeorar. Si queremos seguir creciendo, mejorando el empleo y nuestro bienestar, debemos incrementar de forma sostenida nuestra productividad media, por lo que el último dato trimestral (aumento del 0%) resulta alarmante. Para conseguir este objetivo debemos cambiar nuestro patrón productivo orientándolo hacia sectores generadores de mayor valor añadido y mejorando la estabilidad y el grado de cualificación de los trabajadores en relación a su empleo.
Si queremos mantener nuestro crecimiento a largo plazo, debemos incrementar la productividad mejorando y adaptando el perfil educativo de los empleados a sus puestos de trabajo, aumentando su estabilidad, acumulando experiencia en sus trabajos y adaptándolos al nuevo entorno digital.
¿Y qué ha ocurrido en Baleares en dicho contexto? En contraste a la evolución señalada en el último trimestre, el aumento salarial pactado en Baleares ha llevado a que por primera vez en nuestra región el salario medio (2.054 euros brutos mensuales) haya superado al de la media estatal (2.029 euros). La razón de este desigual comportamiento en una región donde el turismo y la construcción de forma directa e indirectamente representan más del 50% del PIB se debe achacar precisamente a la ausencia de los factores anteriormente citados: un alto nivel de ocupación y una creciente digitalización y cualificación de los puestos de trabajo.
Efectivamente, días después de la publicación de los datos del INE, un medio de comunicación balear resaltaba el aumento de la demanda de oficinas en Mallorca generada por el crecimiento de las empresas de nuevas tecnologías aplicadas al ámbito turismo. Por fin, Baleare parece haber encontrado su propio modelo de crecimiento turístico de mayor valor añadido basado en productos premium y en servicios empresariales auxiliares al turismo. Empezamos a descubrir que hay industrias turísticas que no necesitan ni más camas y ni más turistas para crecer, sino know-how para ofrecer servicios a nivel global gracias a nuestros touroperadores, las OTA, empresas receptivas, consultoras, bancos de camas, etc., que desde nuestra isla piensan y actúan globalmente.