He tenido la fortuna de nacer en una familia empresaria, pertenezco a la tercera generación y en la actualidad estoy empezando a dar el relevo a la cuarta. En el seno de mi familia, como suele ocurrir en todas las familias, se siembran, cultivan y cuidan una serie de valores que la caracterizan. En nuestra familia estos son: el fundamentar nuestras relaciones en la confianza, lo que hagamos hacerlo con pasión y alegría, ser líderes de nuestro destino, trabajar para superarnos cada día y siempre con mente abierta a nuevas formas saliendo de la zona de confort. Y todo lo que hagamos, teniendo en cuenta a la sociedad y nuestro entorno. Estos valores son los que queremos vivir en nuestra empresa, Artiem, y son los que caracterizan a nuestra FreshPeople.
Todo ello, como familia empresaria, lo hemos tratado de hacer realidad durante tres generaciones. Creando desarrollo, trabajo y prosperidad para todos. El desarrollo de la actividad empresarial, como muchas otras actividades, exige un compromiso que va más allá de los compromisos patrimoniales que sin duda son muy importantes, o como el familiar, el personal y el reputacional. Pero sin duda es una forma de ser feliz.
Yo he hecho mía una frase que leí hace años del fundador de la publicación Fast Company que dice: “El secreto de la felicidad es encontrar algo superior a ti y dedicarle la vida a ello”. Y esto es lo que logras cuando abrazas la vocación de ser empresario. Un estilo de vida exigente, que exige sacrificio, esfuerzo, dedicación, pero que a la vez te da autonomía, libertad; te permite aprender y crecer profesionalmente y sobre todo te da un significado, una razón de ser.
Cuando día a día vas haciendo realidad esta vocación, lo más gratificante no es ganar más o menos dinero, que está bien, sino ver cómo creas bienestar y prosperidad en tu entorno social, ambiental y económico. Esto es lo que te hace saltar de la cama cada día con ilusión y energía.
Al fin y al cabo, todos somos empresarios de nuestro destino y deberíamos trabajar en desarrollar esta vocación con confianza, pasión, liderazgo, superándonos, innovando y siendo inclusivos.
Estoy convencido de que todos querríamos una sociedad próspera e inclusiva, y esto es lo que propicia la auténtica vocación del empresario. Una vocación necesaria.