Para recuperar el control, buscamos un marco desde el cual repensar la democracia. La ansiedad que se esconde detrás de la reacción populista tiene su raíz en las inseguridades que generan los enormes cambios que se están produciendo, por la manera que las comunidades soberanas gobiernan sus asuntos; pasando por los rápidos avances tecnológicos, las redes sociales y la robótica, hasta incluso la creciente composición multicultural de las sociedades. Las transformaciones son de tal magnitud que tanto los individuos como las comunidades se sienten arrastradas de forma aparentemente anónima y quieren recuperar el control de sus vidas a una escala y ritmo que puedan manejar. Anhelan la dignidad de vivir en una sociedad donde su identidad sea tenida en cuenta al atender sus problemas. Armonizar las prácticas políticas y las instituciones para afrontar estos desafíos, marcará la diferencia entre un mundo que se desintegra y otro que conserva su unidad. Nos aventuramos a proponer los siguientes pasos para superar las paradojas de la era digital y de las redes sociales, verificando prácticas e instituciones para establecer los hechos, deliberar sobre las opciones más acertadas, mediar para forjar consensos y alcanzar acuerdos justos para plantear políticas a largo plazo. Una innovación clave para enriquecer la democracia consistiría en consultar activamente a la ciudadanía sus principales preocupaciones a través de plataformas abiertas, dar poder a funcionarios expertos para que las procesen, transformándolas en repuestas políticas, consensuadas y efectivas apoyadas sobre bases imparciales, presentadas directamente a nuestros ciudadanos antes de convertirlas en ley.
Entendemos por gobernanza la configuración que las comunidades conciben para dar forma a su destino, determinando si una sociedad avanza o retrocede. Si escuchamos a los científicos e ingenieros más visionarios, la humanidad se encuentra en el umbral de una era de salud y abundancia gracias a la convergencia de la inteligencia artificial, la medicina regenerativa y el internet de las cosas (IOT). Dicho esto, sin embargo, vemos a los gobiernos como torpes máquinas burocráticas. En nuestra visión de futuro, no podemos dejar de citar entre otras dos amenazas. Una de ellas y no por simple azar, lo que Putin «EXKGB» intenta aplicar a la sociedad rusa. Treinta años después del fin de la unión soviética, desaparecida en diciembre de 1991, borra toda la Perestroika con aplicaciones represivas de una violencia inédita, iniciada hace unos años con la supresión de las libertades y acentuada en 2020. Se viola, tortura y martiriza en las cárceles rusas con un sistema apoyado en la administración carcelaria, y es así como en Rusia asistimos a la debilidad de su democracia soplando sobre las brasas del extremismo populista, acusando a los defensores de los derechos del hombre de ser agentes del extranjero para amordazarles mejor, reprimiendo sistemáticamente la mínima petición de justicia. La segunda amenaza, si el virus muta y escapa a todo control con la aparición de una variante a la vez más patógena y resistente a toda inmunidad. Esto sería un escenario catastrófico. Mientras existan bolsas de población infravacunadas no lo podemos descartar; de ahí la urgencia de afrontar la pandemia a escala planetaria, acelerando la vacunación.
Necesitamos un Gobierno que tenga una visión, asuma los riesgos para lograrla y eleve la mirada de nuestros ciudadanos para que puedan vislumbrar los resultados que son capaces de conseguir.