El mundo crece de nuevo. Ha estado enfermo, hospitalizado, y ya se está recuperando. Estuvo en la UCI muchos meses, luego lo han subido a planta y así ha pasado un año, con recaídas, pero ya se ha levantado y aunque va con muletas (ayudas de los bancos centrales y de los gobiernos) ha sorprendido con su recuperación en 2021 y esperamos que no vuelva a recaer. Europa y Estados Unidos han puesto en marcha los estímulos fiscales y monetarios más importantes desde la Segunda Guerra Mundial para sacar adelante a sus países y ha funcionado.
A las dos grandes potencias mundiales, Estados Unidos y China, ya le han dado el alta, y aunque con muletas (siguen las ayudas) y algo de fiebre (la inflación) han recuperado el peso y la actividad que tenían antes de enfermar. Europa, España, Balears y especialmente Eivissa han encontrado una mejoría inesperada, han crecido mucho más de lo previsto, en 2021. Se estima que Balears ha tenido un crecimiento económico del 11,6% en 2021 y que seguirá creciendo por encima del 12% en 2022, lo que supone doblar el crecimiento de España y de Europa en su conjunto y casi cinco veces el crecimiento de Alemania (2,7%). De esta manera se recuperará parte del diferencial perdido por el mayor impacto de la pandemia. También el crecimiento del empleo en 2021 es el más elevado de todas las comunidades. Lo que más ha sorprendido es que el paro ha bajado en todas las islas y en España, hasta situarse a niveles prepandemia, y que se ha recuperado la contratación de trabajadores superando la que había antes de 2020.
Pero hay signos de malestar. La inflación ha retumbado en todo el mundo, con un crecimiento de los precios no visto desde los años 70 con la crisis del petróleo. Igual que en aquellos años, los países productores de petróleo y gas están teniendo un papel clave, pero no son los únicos. Las medidas contra el cambio climático, los monopolios de la electricidad y la geopolítica internacional también empujan en el mismo sentido. La demanda de petróleo ha vuelto a fortalecerse con la recuperación y la política de los países exportadores de petróleo (la OPEP ampliada) ha sacado rendimiento a esta situación. Y lo han hecho vendiendo a los precios más altos posibles en este momento, ya que el petróleo perderá valor a partir de 2030, porque tiende a ser sustituido por otras fuentes de energía renovable, en la lucha contra el cambio climático. Así, vemos que el crudo Brent, referencia de gasolinas y diésel, ha pasado de 20$ a 100$ en dos años afectando de manera brutal a la movilidad de mercancías y personas.
Por otra parte, los cambios geopolíticos generan tensiones e incertidumbres por el deterioro de las relaciones multilaterales, afectando especialmente a Europa. La seguridad energética de Europa está a punto de romperse por las tensiones en Ucrania que enfrentan a Rusia con Estados Unidos y la OTAN, ya que el 40% del gas y el 25% del crudo que necesita Europa proviene de Rusia.
La subida del precio del gas natural, el encarecimiento de los derechos de emisión del CO2 y las dificultades de las energías eólica, fotovoltaica e hidráulica para cubrir las necesidades eléctricas, unido a un mercado dominado por un oligopolio de grandes empresas, ha llevado a un récord el aumento del precio en el mercado mayorista y en el recibo de los hogares y empresas, presionando al Índice de Precios al Consumo (IPC) a niveles nunca vistos en este siglo y aumentando los costes a muchas empresas intensivas en electricidad, y obligándolas a subir precios o cerrar.
El encarecimiento de los costes energéticos y de los alimentos y la incertidumbre de la geopolítica mundial se está transmitiendo al resto de la economía pudiendo generar una espiral inflacionista similar a la de los años 70 del siglo pasado, la de los salarios-precios. Toda esta situación parece una tormenta perfecta ya que hay muchas causas que empujan a la inflación, que esperemos que se amortigüen, para evitar que afecte a la recuperación económica y a la tranquilidad social.