La abultada deuda pública (1,56 billones de euros, el 111,2 % del PIB) es, según mi modesta opinión, el principal desequilibrio que actualmente tiene nuestra economía, sobre todo teniendo en cuenta de que la moratoria fiscal del BCE tiene fecha de caducidad el próximo 31 de diciembre. Otra de nuestras debilidades como país es la baja productividad de nuestro tejido empresarial. Estamos por debajo de la media de la UE y este hecho no puede obviarse a la hora de enjuiciar la conveniencia de implementar el acuerdo de Gobierno firmado hace unas semanas entre el PSOE y Sumar de reducir la jornada de trabajo semanal a 38,5 horas en 2024 y 37,5 horas en 2025.
Precisamente sobre esta cuestión se han publicado opiniones de destacados analistas que cuestionan la oportunidad de esta medida teniendo en cuenta (dada la relación entre hora trabajada y valor económico producido) que las empresas españolas en su conjunto no destacan por su productividad debido al bajo valor añadido de las actividades del sector servicios, de los cuales el turismo, como es conocido, es el gran tractor de nuestra economía. Teniendo en cuenta lo que acabo de señalar y, a su vez, si damos por valida la teoría de que «a mayor productividad del trabajo, más posibilidades existen de rebajar la jornada laboral» debemos convenir que en nuestro país no se dan en estos momentos las condiciones precisas para que se haga efectiva la medida que proponen Sumar y PSOE, si finalmente ambos partidos consiguen reeditar el Gobierno de coalición progresista.
Sin embargo, teniendo en cuenta que actualmente en nuestro país la jornada media de trabajo es ya de 37,8 horas a la semana éste será, sin duda, un buen argumento en manos del PSOE y Sumar para defender su propuesta de rebajar la jornada legal actual de 40 horas en los términos que proponen ambos partidos. Si esta medida se establece España se situará en el pelotón de cabeza de los países europeos.
No obstante, la realidad es tozuda y al ser en España, según Eurostat, la productividad inferior, por ejemplo, a la de Francia o Alemania, la medida no dejará de ser un hándicap que lastrará nuestra competitividad frente a los países punteros de la UE. Además, corregir esta desventaja no será fácil habida cuenta que en nuestro país tienen un peso más relevante las pequeñas y medianas empresas donde resulta más difícil conseguir incrementos de productividad.
Si queremos corregir a medio plazo esta desventaja competitiva, deberemos incentivar la creación de empresas tecnológicas y de alto valor añadido que, además, llevará aparejada la necesidad de contar con un capital humano de mayor nivel y formación que hará posible, en definitiva, mejorar nuestros estándares de productividad y ser más competitivos frente al exterior. Mientras este objetivo no se consiga, el incremento del coste que supone rebajar la jornada laboral sin ajustar el nivel salarial de los empleados lastrará la rentabilidad de la gran mayoría de las empresas españolas.