Un nuevo informe, que se suma a otros publicados en los últimos meses, vuelve a advertir sobre la fragilidad estructural del mercado laboral sanitario en España. Sus conclusiones refuerzan una preocupación ya instalada: si no se actúa con decisión, el sistema sanitario podría ver comprometida su capacidad de atención ante una población cada vez más envejecida y demandante de cuidados.
Según el informe Randstad Research 2025, España se dirige hacia un desequilibrio generacional difícil de revertir. En 2050, por cada 100 personas próximas a la jubilación habrá solo 64 jóvenes en edad de iniciar su formación. El reto es mayúsculo, y uno de los sectores más expuestos es el sanitario. Hoy, el 22,6% de sus profesionales supera los 55 años, una cifra que nos sitúa por encima de la media OCDE. En países como Grecia o Japón este fenómeno es aún más acusado, superan más del 30%, pero en España preocupa especialmente el relevo: uno de cada cuatro médicos en activo se jubilará antes de 2035.
La oferta formativa no parece compensar este desfase. Aunque tras la pandemia se detectó un ligero aumento del interés, en 2022 solo un 13% de los jóvenes de 25 a 34 años cursaban estudios sanitarios. Y el problema empieza incluso antes: entre los adolescentes de 15 años, apenas un 6% aspiran a ser médicos, frente al 14% en países como Costa Rica o Chile, o al 12% de Finlandia, que lidera la vocación médica juvenil en Europa.
El diagnóstico, por tanto, está hecho. El tratamiento exige un plan integral: aumento de plazas formativas, revisión de los requisitos de acceso, mayor estabilidad laboral, mejora del entorno socioeconómico y una política migratoria más ágil y eficiente que permita una incorporación rápida de profesionales cualificados. Respecto a nuestra comunidad, en alguna de estas líneas ya se están dando los primeros pasos. Nuevos proyectos de titularidad privada dirigidos a incrementar las titulaciones universitarias en salud y la ampliación de la oferta de formación profesional. Pero desde mi punto de vista, no basta con abrir nuevas vías académicas si no se trabaja en despertar vocaciones. El escaso interés por las profesiones sanitarias debería ser un motivo serio de reflexión colectiva.
Por eso, urge incorporar estrategias de motivación temprana en los ciclos educativos previos, especialmente en la enseñanza secundaria. El sector sanitario no solo necesita más profesionales: necesita de personas que quieran dedicar su vida profesional al cuidado de los demás. Afrontamos, por tanto, no solo en nuestro país, un reto de sostenibilidad que exige visión a largo plazo. Aunque las medidas que podamos tomar hoy no generen resultados inmediatos, su ausencia tendrá efectos acumulativos que condicionarán, sin remedio, la capacidad del sistema para responder a las necesidades del mañana.