El fundamentalista cristiano ultraderechista Anders Behring Breivik regresó a la isla noruega de Utoya durante ocho horas, acompañado por un fuerte dispositivo policial, para aportar más datos a la investigación de la matanza en el campamento juvenil laborista.
Acompañado por decenas de agentes fuertemente armados, además de por un helicóptero que sobrevolaba la isla, Breivik tomó de nuevo el transbordador a Utoya, aunque esta vez lo hizo esposado, con las manos sujetas a una especie de arnés y con un chaleco antibalas.
Breivik explicó cómo mató a cada una de las 69 personas que murieron en Utoya, mientras dos agentes grababan y filmaban su relato de los hechos.
La policía noruega matizó que no se trató de una reconstrucción al uso, sino más bien de un interrogatorio. Según Hjort-Kraby, Breivik «no permaneció impasible, pero no mostró ninguna señal de arrepentimiento».
El portavoz policial afirmó que la visita había proporcionado «muchos detalles nuevos» sobre la matanza, pero no quiso aclarar cuáles.
El propósito es también que parientes y supervivientes «puedan saber lo más posible acerca de lo que ocurrió allí», añadió.
La inesperada visita de Breivik estuvo también motivada por el hecho de que la policía deberá entregar de nuevo el control de la isla a las Juventudes del Partido Laborista, que son sus propietarias, antes del próximo día 19.
Para ese día está previsto que los familiares de las víctimas de la matanza regresen a Utoya, mientras que al día siguiente lo harán los supervivientes, en dos actos de carácter privado.
El regreso a la isla de familiares y supervivientes precederá a la ceremonia conmemorativa del domingo 21 en el Oslo Spektrum, a la que acudirán el Gobierno, la familia real y representantes de la Noruega oficial, así como de otros países vecinos, como Dinamarca y Suecia.