La plaza Tahrir revivió hoy el espíritu de la revolución y exigió con una única voz la renuncia de la Junta Militar, que prometió un referéndum para que los egipcios decidan si los militares abandonan «inmediatamente» el poder.
Esta decisión, anunciada en un discurso por el jefe del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, el mariscal Husein Tantaui, fue recibida con escepticismo y desconfianza en la emblemática plaza, donde decenas de miles de personas gritaron como respuesta «fuera, fuera».
«Ya han dicho otras veces que abandonarán el poder y no han cumplido», dijo a Efe el joven Amir Ahmed, que aseguró que su intención es quedarse en Tahrir.
En su alocución, Tantaui reafirmó que los dirigentes castrenses no pretenden ser una «alternativa a la legalidad que desea el pueblo» y no buscan perpetuarse en el poder.
«No ambicionamos el poder y estamos dispuestos a entregar inmediatamente la responsabilidad y volver a nuestra misión original, que es la defensa de la patria, si el pueblo lo decide mediante un referéndum, si la situación lo requiere», dijo Tantaui, sin ofrecer más detalles sobre la celebración de este plebiscito.
El jefe de la Junta Militar aseguró que tiene la voluntad de celebrar elecciones presidenciales antes de finales de junio de 2012, y de mantener los comicios legislativos en las fechas previstas, es decir, a partir del próximo lunes 28 de noviembre.
Para el joven Ahmed Gharib, que escuchó las palabras del mariscal en la plaza epicentro de la revolución, el discurso llega tarde: «Si Tantaui lo hubiera pronunciado hace tres días, la situación sería diferente», subrayó.
«Desde hace tres días solo hemos pedido que se anuncie una fecha para las elecciones presidenciales, pero ahora pedimos la marcha del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas porque es responsable de la muerte de los manifestantes», dijo a Efe Gharib, en alusión a los 28 fallecidos en los últimos días en choques con la policía.
Mientras los dirigentes castrenses tomaban estas decisiones, la calle seguía clamando contra la cúpula militar en su órdago para poner fin a lo que consideran una continuación del régimen de Hosni Mubarak, que abandonó el poder el pasado febrero tras 18 días de protestas similares a la de hoy.
«La Junta Militar tiene que entender que el pueblo quiere libertad y no seguir el camino trazado por el régimen de Mubarak como han hecho hasta ahora», dijo a Efe en la plaza la joven Fatma Saher.
Saher insistió en que es necesario «que los militares se hagan a un lado y traspasen ya el poder a los civiles», al tiempo que participaba en una cadena humana para despejar el camino hacia uno de los hospitales de campaña instalado en Tahrir para atender a los heridos.
Antes del discurso de Tantatui, uno de los momentos de máxima emoción se vivió con la llegada de un militar, al que la muchedumbre portaba en hombros y que fue recibido con aplausos al manifestar con su presencia su apoyo a las reivindicaciones del pueblo.
Según dijo a Efe conmovido Reda Renshawy, un hombre de unos 50 años, «los soldados quieren unirse al pueblo pero temen a sus dirigentes».
Los soldados rasos pueden tener miedo, pero no los manifestantes, que mantienen su presión y no han dudado en enfrentarse con la policía desde que esta les desalojó de la plaza hace cuatro días.
El Gobierno está tratando de negociar con los manifestantes para que dejen los alrededores del Ministerio del Interior y cesen la violencia, pero estos consideran que con su lucha defienden Tahrir.
Uno de los heridos en estos choques, Hisham Mahmud, aseguró a Efe en un hospital de campaña de la plaza que no pretenden irrumpir en el Ministerio: «Estamos atacando a la policía que mató a nuestros hermanos», subrayó.
Pese al trasiego de heridos y ambulancias, y el ambiente cargado debido a los gases lacrimógenos lanzados por las fuerzas del orden, las reivindicaciones lograron hoy hacerse oír con fuerza por encima del bullicio.
A las banderas egipcias y las consignas contra los dirigentes castrenses se unieron las críticas a los partidos políticos, cómplices para muchos de la actual situación.
Una amplia pancarta recogía, bajo el título «Reglas de la plaza de la revolución egipcia», la prohibición de montar escenarios para mítines y de llevar símbolos partidistas.
En esta lona, colgada en mitad de la plaza, un lema en amarillo insistía en que Tahrir tiene «una sola voz», en un llamamiento a la unidad y solidaridad que brillaron durante la revolución contra Mubarak.
Los días de la revolución se reviven en Egipto, no solo por el espíritu de Tahrir sino porque las tardías y vagas promesas de la cúpula militar recuerdan a las hechas entonces por Mubarak, que cayeron en saco roto.