El ultraderechista Anders Behring Breivik hizo ayer en la segunda jornada del juicio por los atentados del 22 de julio en Noruega, en los que murieron 77 personas, una encendida defensa de la matanza, que justificó como acto «patriótico», antes de asegurar que «sí, volvería a hacerlo».
En la declaración escrita que leyó al inicio de la vista, habló de acto de «bondad» por su país, atacó el «multiculturalismo» y alertó del peligro de la «invasión» islámica.
Los 69 muertos en la isla de Utøya, asistentes al campamento de las Juventudes Laboristas ejecutados a sangre fría, recibieron un ataque durísimo, al igual que este partido, en el poder en Noruega.
«No eran inocentes, niños civiles, sino activistas políticos que trabajan por el multiculturalismo», dijo Breivik, quien añadió que se parecen mucho a las Juventudes Hitlerianas.
Revuelo en la sala
Esas palabras provocaron protestas de los representantes de los agraviados y avisos de la jueza principal, Wenche Elizabeth Arntzen, que también le recriminó que se extendiera más tiempo del anunciado, aunque Breivik logró acabar la lectura.
El fundamentalista cristiano de 33 años dijo hablar en nombre de la orden de los Caballeros Templarios y de «muchos noruegos y escandinavos», y se ufanó de haber cometido «la operación más espectacular hecha por un militante nacionalista en este siglo».
El objetivo de los atentados, primero con una furgoneta bomba en el complejo gubernamental de Oslo y luego en Utøya, era, según el acusado, cambiar la política de inmigración del gobierno laborista y evitar una futura guerra civil en la que morirían «cientos de miles de personas», aunque está convencido de que ese conflicto estallará igualmente.
Los comparó con el lanzamiento de bombas atómicas por EEUU sobre Japón en la Segunda Guerra Mundial para «ahorrar» millones de muertos, aunque los hechos, dijo, sean una «barbarie».