Los egipcios acudieron ayer de nuevo en buen número, aunque menos que el primer día, y sin incidentes a las urnas en la segunda jornada de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, condicionados por el deseo de un retorno de la estabilidad y una pronta salida de la crisis económica.
Desde la revolución que derrocó a Hosni Mubarak en febrero de 2011, las prioridades de los egipcios han dado paso de los sueños de libertad al realismo de la lucha del día a día por cubrir sus necesidades básicas.
Una economía muy perjudicada, principalmente por el desplome del turismo, y unos índices de inseguridad y delincuencia nunca vistos en un país en el que antes la omnipresente policía era temida son algunos de los problemas cuya solución guía el voto de los egipcios.
«Necesitamos un presidente que restaure la seguridad nacional y acabe con el caos surgido este último año», aseguró a Efe el ingeniero Mohamed Mustafa, de 27 años.
Mientras esperaba su turno en una escuela de secundaria del popular barrio de Sayida Zeinab, Mustafa desgranó que en la actualidad es necesario un mandatario con experiencia, por lo que votará a Ahmed Shafiq, el último primer ministro de Mubarak, que ha visto cómo en las últimas horas se convierte en uno de los grandes favoritos.
La sensación de que Egipto no se puede permitir experimentos en esta primera etapa ha condicionado a muchos en estas históricas elecciones, las primeras democráticas del país, y queda patente en que dos de los favoritos sean miembros del antiguo régimen.