En su primera e intensa semana de trabajo, el nuevo Gobierno griego ha tenido que ver cómo sus propuestas económicas se han topado con la realidad política de Europa, que se ha mostrado poco fascinada con los nuevos vientos que soplan desde Atenas.
El comienzo fue contundente: el mismo lunes ya se había forjado una coalición de Gobierno y, un día después, un equipo gubernamental reducido a diez ministros -ninguna mujer entre ellos- juraba en sus cargos.
Primeras medidas
El miércoles se convirtió en el día de los anuncios. Apenas concluido el primer Consejo de Ministros, en el que el primer ministro, Alexis Tsipras, esbozó las líneas maestras de su política, los ministros empezaron a anunciar algunas de las medidas más inmediatas.
Los ministerios de Economía y de Energía paralizaron todo proyecto de privatización de puertos, aeropuertos y eléctricas; el de Trabajo anunció la restauración del salario mínimo en 751 euros, y el de Reconstrucción Administrativa, la readmisión de todos los funcionarios públicos, cuyos despidos hubieran sido declarados inconstitucionales o improcedentes.
La esencia del programa presentado por Tsipras en la primera jornada de trabajo se resumía en algunos titulares: renegociar la deuda, detener el proceso de algunas privatizaciones, luchar contra la corrupción y la evasión fiscal, ayudar a las pymes y combatir el desempleo.
Roces
Los primeros roces concretos llegaron a través de la política exterior, cuando Grecia se desmarcó de sus socios en la actitud hacia Rusia.
Formalmente el Gobierno griego tan solo protestaba por el hecho de que se hubiera dado por sentada su aprobación, sin previa consulta, a un borrador de resolución contra Rusia por la crisis en Ucrania.
Sin embargo, los socios veían con malos ojos el hecho de que el primer extranjero recibido por Tsipras hubiera sido precisamente el embajador ruso, lo que apuntaba a un posible desmarque de la unidad de los Veintiocho.
Invitados
El primer invitado extranjero, el presidente del Parlamento Europeo (PE), Martin Schulz, no ocultó su crítica en esta cuestión la víspera de llegar a Atenas.
En una entrevista con la segunda cadena de televisión pública alemana, Schulz vino a reprochar a Tsipras que exigía solidaridad europea para Grecia pero no estaba dispuesto a ofrecerla cuando le tocaba a su país.
Una vez en Atenas, el presidente del PE dijo coincidir en muchas cuestiones con Tsipras, sobre todo en su ambición por impulsar el crecimiento, la creación de empleo y combatir la evasión fiscal, pero no ocultó que también hubo muchos desacuerdos.
Schulz dejó claro que los estados de la unión monetaria han transferido competencias y que esa regla se aplica tanto para Grecia como para Berlín. «Nadie puede seguir su propio camino», advirtió dejando claro que en la Europa de Los Veintiocho no existe la plena soberanía.
En una posterior entrevista con la cadena de televisión privada Skai, Schulz incluso manifestó abiertamente su malestar con el socio elegido por Tsipras para formar Gobierno, los nacionalistas de derecha, y no ocultó que hubiera preferido una alianza con los centristas de To Potami, algo inusual en un presidente de un Parlamento que representa al coro de todas las formaciones en Europa.
Gran desacuerdo
El mayor desencuentro se produjo, sin lugar a dudas, en la última cita oficial de la semana, la visita del presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, quien rechazó lacónicamente toda propuesta griega de convocar una conferencia internacional de la deuda diciendo que «esa conferencia ya existe y se llama Eurogrupo».
El ministro de Finanzas griego, por su parte, dio una vuelta a la tuerca retórica al reafirmar que el nuevo Gobierno griego no reconoce a la troika como interlocutora válida, aunque sí a las instituciones que la componen.
Mientras Varufakis se disponía a levantarse de la mesa, su invitado seguía atónito la traducción de lo que acababa de oír. En los medios se dice que al levantarse le dijo a Varufakis: «Acaba de matar a la troika».
Por la noche, Tsipras celebró una reunión de urgencia con su equipo económico en la que, según la agencia griega AMNA, dejó claro que no iba a abandonar el camino emprendido.
La próxima semana continuará el trajín político con los viajes de Tsipras a Chipre y Roma y las visitas de Varufakis a Londres, París y Roma.
A ningún gobierno le sale rentable a largo plazo esto de endeudarse y no pagar lo que se debe. Pero hay una cosa clara y de ella tienen razón los griegos: ese famoso invento de Merkel para imponer su disciplina (férrea y asfixiante de cualquier crecimiento de los demás) llamada Troika, no es ni un organismo de la Unión Europea, ni está contemplado en tratados internacionales como interlocutor de nada. Por tanto, no es legal, digan lo que digan los alemanes. Y ahora que a esa Troika demoledora le crecen los enanos, mejor será ponerlos en su sitio: su política es un fracaso total y no impulsa el crecimiento. Lo único que hace es asfixiar, hundir a las clases medias no alemanas, profundizar la desigualdad entre países, paralizar cualquier posibilidad de crecimiento, seguir aumentando la deuda del sur de modo exponencial, a pagar en varias generaciones de siervos de Alemania, y convertir lo que debiera ser una Unión, en un coto de caza de propiedad alemana. Esta Europa ni es lo pactado, ni nos sirve a los que no somos alemanes, ni sigue reglas de proceder económico razonables y admitidas por cualquier manual de primer curso de economía. Siguiendo políticas diametralmente opuestas a lo que la Troika impone, tanto USA, como el Reino Unido, como Dinamarca y otros países no eurotontos, han salido de su crisis, han impulsado el crecimiento, han imputado el coste de la crisis a quienes la crearon, y con ello han evitado las gravísimas tasas de paro y subsiguiente emigración de cerebros que aquí padecemos. Es decir: han evitado este inmenso sufrimiento a sus ciudadanos. Así de alto y claro. Una cosa es una necesaria disciplina fiscal y otra muy diferente hundir a los países del sur, condenándoles a no crecer y perder calidad de vida durante más de 40 años, que es lo que calcula la Troika que se tardará en pagar sus imposiciones. Hasta Helmut Kohl reniega de Merkel y Mario Draghi ha tenido que contradecirles por su inutilidad, creando un programa de estabilización y salvación con compras masivas de deuda soberana al margen de Merkel y sus acólitos. La misma medicina que ya aplicaron con éxito en USA... con años de ventaja, mientras la “Unión Europea” padece de troikosis calcificada tan aguda como jurásica.