Pakistán ha respondido con miles de arrestos al atentado que el domingo dejó al menos 73 muertos y más de 350 heridos en Lahore, donde musulmanes y cristianos lloran a sus muertos tras uno de los ataques más sangrientos de los últimos meses en el país asiático.
Las autoridades paquistaníes han lanzado una gran operación en la provincia oriental de Punyab, de la que es capital Lahore, en la que fueron arrestadas más de 5.200 personas aunque sólo permanecen detenidas unas 200, en busca de los responsables de la masacre, de la que se ha identificado al suicida que se inmoló en un parque.
Las fuerzas de seguridad han llevado a cabo hasta ahora 160 operativos de diferentes cuerpos, según el ministro de Justicia de Punyab, Rana Sanaullah.
De los 5.221 arrestados en esta operación conjunta de Policía, fuerzas especiales y el Departamento Antiterrorista, la gran mayoría quedaron libres tras los interrogatorios, mientras que 219 fueron detenidos.
El ministro indicó en rueda de prensa que los operativos seguirán con apoyo del Ejército y fuerzas especiales de los Rangers si fuese necesario.
«Esta operación continuará con la misma pasión y pronto toda la nación saldrá victoriosa», aseveró Sanaullah, después de que el primer ministro paquistaní, Nawaz Sharif, natural de Lahore, prometiera este lunes luchar contra el terrorismo hasta erradicarlo.
El número de muertos, incluido el suicida, aumentó este martes a 73 con el fallecimiento de un joven de 20 años, Muhammad Mohsin, en el hospital Jinnah de Lahore, confirmó un responsable del departamento de Salud en la provincia, Iqbal Hussain.
De los 359 heridos el hospital Jinnah, el principal de la segunda ciudad en tamaño de Pakistán, mantiene ingresados a 69, nueve en estado crítico.
El superintendente médico del centro, Habid ur Rehman, dijo que catorce de los heridos son menores, ya que la explosión suicida se produjo en una zona de atracciones para niños en el parque Gulshan Iqbal, donde muchas familias pasaban la tarde.
«Fuimos al parque toda la familia, ocho personas. Estábamos a pocos metros de donde se produjo la explosión. El sonido fue atronador. No sabíamos lo que ocurría», relató Farooq Ali, que cuida de su sobrino en una sala donde son tratados una veintena de heridos.
«Vimos a gente muerta, a niños morir», recordó Ali en medio de una estampa de pacientes acostados, rodeados de médicos y familiares.
Un terrorista suicida, identificado por medios locales como Salahuddin Khurasani, hizo detonar las bombas que portaba en un ataque reivindicado por la organización Jamaat ul Ahrar, escisión del principal grupo insurgente de Pakistán, el Tehrik-e-Taliban Pakistan (TTP).
El grupo Jamaat ul Ahrar ha afirmado que el atentado estaba dirigido contra cristianos que celebraban la Pascua, pero la mayor parte de las víctimas son musulmanes, en el que ha sido uno el peor ataque en el país desde el asalto a una escuela de Peshawar (norte), en el que murieron 125 niños en 2014.
En Youhanabad, el barrio cristiano de Lahore, resonaban aún los rezos y corrían las lágrimas por la muerte de ocho vecinos adolescentes.
El catequista Angelo Javed, que este martes recorría el barrio consolando a las familias, hace un año ofició en 10 de los funerales de los 15 muertos en los ataques suicidas en Youhanabad, donde todavía cuelgan grandes fotografías de las víctimas.
La minoría cristiana, un 2 % de los cerca de 200 millones de habitantes de Pakistán, es objetivo de grupos islamistas en un país que fue el primero en proclamarse una república islámica y donde además de discriminación laboral, es objeto de denuncias por blasfemia, que pueden acarrear la pena de muerte.
Desde el domingo, miles de islamistas acampan frente al Parlamento paquistaní en Islamabad exigiendo la ejecución de una cristiana condenada a muerte por este delito, Asia Bibi.