La nueva primera ministra británica, Theresa May, desveló este miércoles el núcleo duro de su Gobierno, que incluye un departamento específico para el «Brexit» y pone la cartera de Exteriores en manos de Boris Johnson, abanderado conservador de la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE).
La unidad para negociar la ruptura con Bruselas estará bajo el control del euroescéptico David Davis, veterano diputado «tory» que disputó el liderazgo del partido a David Cameron en 2005, mientras que las finanzas británicas pasarán a estar dirigidas por Philip Hammond, hasta ahora en el Foreign Office.
May -segunda mujer al frente del Ejecutivo británico después de Margaret Thatcher, en el poder entre 1979 y 1990- recibió el encargo de formar Gobierno por parte de la reina Isabel II, después de que Cameron presentara formalmente su dimisión ante la soberana.
Tras una breve audiencia con la reina en el palacio de Buckingham, la primera ministra tomó posesión de su nueva residencia y despacho oficial, en el número 10 de Downing Street, y detalló en un discurso ante los medios sus principales objetivos para los tres años y medio de legislatura que tiene por delante.
«Al abandonar la Unión Europea, vamos a forjarnos un nuevo papel brillante y positivo en el mundo. Haremos del Reino Unido un país que trabaje no solo para unos pocos privilegiados, sino para cada uno de nosotros», declaró.
«Lograremos superar este reto», dijo May, que recalcó la vocación «unionista» del Partido Conservador y subrayó el valor de «los valiosos lazos entre Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte».
May hereda la mayoría absoluta que logró Cameron en las elecciones generales de mayo de 2015, un año antes de que se viera obligado a presentar su renuncia ante la victoria del «brexit» en el referéndum del 23 de junio, cuando él había defendido la permanencia.
Tras el protocolo de la investidura, la hasta ahora titular de Interior mantuvo una breve reunión con los responsables de las principales agencias de seguridad e inteligencia del Reino Unido para tratar, entre otros asuntos, sobre los protocolos nucleares del Gobierno británico.
Acto seguido, comenzaron a desfilar por su despacho oficial los ministros que tendrán más peso en la política británica en los próximos meses, en los que el Reino Unido debe buscar un nuevo encaje con el resto de países comunitarios ante su salida de la UE.
May defendió continuar en el bloque comunitario durante la campaña del referéndum, lo mismo que Hammond, su ministro de Economía, pero ha situado a dos partidarios del «Brexit» en las carteras clave para las relaciones internacionales.
Johnson, cuyo nombre estuvo durante meses en las apuestas como posible sucesor de Cameron, pero que renunció por sorpresa a la carrera por convertirse en líder del Partido Conservador, se coloca en el gabinete de Gobierno como ministro por primera vez.
El exalcalde de Londres liderará la diplomacia británica en un momento en el que el Reino Unido no solo va a negociar con Europa, sino que también debe comenzar a forjar acuerdos de comercio bilaterales con multitud de países, dado que pronto dejará de estar bajo el paraguas de la UE.
Ante esa labor, Johnson colaborará con un nuevo responsable de Comercio Internacional, el exministro de Defensa Liam Fox.
El encargado directo de negociar la salida más provechosa posible del bloque comunitario para el Reino Unido será Davis, quien fue ministro para Europa de 1994 a 1997, durante el mandato de John Major, y ocupó el cargo de presidente del Partido Conservador entre 2001 y 2002.
El nuevo Ejecutivo británico prescinde del hasta ahora titular de Economía, George Osborne, mano derecha del primer ministro saliente.
Y tendrá de nuevo a una mujer, la hasta ahora responsable de Energía y Cambio Climático, Amber Rudd, al frente de Interior, puesto que ocupaba May desde mayo de 2010.
La primera ministra, que en los próximos días designará al resto de su gabinete, da continuidad en Defensa a Michael Fallon, que afronta el reto de renovar la flota de submarinos nucleares Trident, proyecto de 31.000 millones de libras (40.100 millones de dólares, más de 36.000 millones de euros) que los conservadores consideran vital para mantener la influencia internacional del Reino Unido.