La campaña militar que los estados del Golfo están llevando a cabo desde hace tres años en Yemen está a punto de descarrilar por los enfrentamientos internos entre separatistas y federalistas dentro de las fuerzas del Gobierno yemení, a pesar de los miles de millones de dólares inyectados en la guerra por Arabia Saudí o Emiratos, sin un propósito realmente claro, en un conflicto con mútiples frentes abiertos que ha destruido por completo el país.
El levantamiento del pasado fin de semana en Adén que protagonizaron los separatistas suryemeníes ha supuesto un serio revés para la coalición liderada por Riad, cuyos miles de ataques aéreos no han logrado gran cosa sobre los veteranos combatientes houthi, alineados con Irán.
Los saudíes y sus aliados consideran que la victoria en Yemen, donde cuentan con el respaldo de armas e inteligencia estadounidenses, es vital para contrarrestar la creciente influencia de Irán en la región, en lo que se trata de una prioridad para el príncipe heredero saudita Mohammed bin Salman.
Pero las perspectivas de la coalición se han visto empañadas por el levantamiento armado de Adén, que llega además en medio de un esfuerzo de guerra particularmente complicado, después del fracaso estratégico que supuso apoyar al que hasta ese momento era aliado de los huthi, el ex presidente Ali Abdulá Salé, cuando amagó con cambiar de bando. Salé fue asesinado por los insurgentes.
Desde entonces, no ha habido señales de una nueva estrategia para poner fin a la guerra en Yemen y los esfuerzos de Riad para enfrentar a Irán en otros escenarios, incluido Siria, parecen estar perdiendo impulso, y recuperar la capital, Saná, parece cada vez más complicado.
"La geografía lleva su tiempo (superar). Es difícil conseguir provisiones y las evacuaciones tardan demasiado", ha lamentado el general yemení Nasr Dhibany en una reciente gira por la zona.
Los expertos en política internacional han criticado duramente una campaña que se ha hecho sin pensar. "Muchos poderes clave pensaron que, si se centraban en la campaña militar, dejando a un lado las quejas políticas, todo se resolvería por sí solo. Es una locura", ha lamentado Adam Baron, del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores.
"Sin una solución política a gran escala, el conflicto de Yemen siempre desarrollará nuevos tentáculos", ha explicado el experto. Tres años después, todo se desmorona. Las conversaciones de paz mediadas por Estados Unidos llevan estancadas durante más de un año, y tanto los huthi como el Gobierno respaldado por la coalición todavía esperan ganar por la fuerza, incluso cuando sus alianzas locales están prácticamente disueltas.
UNA SEMANA DESPUÉS
A siete días de cumplirse el levantamiento separatista, el primer ministro, Ahmed bin Daghr, -- de quienes los suryemeníes pedían su dimisión por corrupción, una petición que el presidente en el exilio, Abd Rabbu Mansur Hadi, decidió ignorar por completo -- permanece encerrado en un palacio fortificado de Adén.
Una fuente del Gobierno en el palacio acusó a los Emiratos Árabes Unidos de apoyar el levantamiento para afirmar su supremacía en el sur, diciendo que los secesionistas del sur eran "solo una herramienta extranjera como los houthis". "Nuestros cuellos están en manos de los Emiratos Árabes Unidos", según lamentó una fuente de Reuters por teléfono.
Los huthi, por su parte, se enfrentan a sus propias discordancias dentro de sus filas, han perdido una importante porción de territorio, han incrementado el ritmo de reclutamiento de niños soldado y "su moral, por lo que se deduce de los interrogatorios de rebeldes capturados, está por los suelos", según el general Dhibany.
Sin embargo, el frente no se ha movido ni 100 kilómetros en dos años. Las tropas del Gobierno están expuestas geográficamente a los ataques de los huthi, y la población, mientras tanto, agoniza entre enfermedades y falta de agua y alimentos, en un país que en 2018 ha sido considerado como la primera emergencia mundial por las ONG.