La auxiliar de enfermería Teresa Romero, que fue dada de alta ayer del Hospital Carlos III de Madrid, tras superar el ébola, ha dicho hoy que cuando estaba muy mala y no le permitían beber agua, «soñaba con los manantiales» de Becerreá, su pueblo, donde se ha reencontrado con su madre.
En este pueblo de la montaña de Lugo ha comparecido hoy ante la prensa vista la cantidad de informadores que se han agolpado ante la vivienda de su madre, Jesusa Ramos, adonde llegó la pasada tarde acompañada por su marido, Javier Limón.
En una breve e improvisada comparecencia, esta superviviente del virus del ébola, acompañada por su esposo y por su madre, ha explicado que su primera noche fuera del hospital se ha despertado muchas veces y ha reiterado que han sido los profesionales del Carlos III los que le han salvado la vida.
«Mis compañeros fueron los que me sacaron», ha señalado Teresa Romero, quien después de varias semanas ingresada y en aislamiento, también ha reconocido que ahora lo que le «apetece» es dar un paseo.
«Para eso he venido», ha remarcado.
Respecto a las acciones legales que está dispuesta a adoptar, ha respondido su marido.
«Hemos venido a descansar y a olvidarnos de que el mundo existe», ha manifestado Javier Limón, quien ha añadido que de esos asuntos se ocuparán cuando vuelvan a Madrid.
Interrogada sobre la propuesta del Ayuntamiento de Becerreá de convertirla en Hija Adoptiva del municipio, Teresa Romero ha comentado que, al menos de momento, nadie le ha hecho saber «nada oficialmente».
«Me imagino que sí» aceptaría, ha avanzado, y su marido puntualizó que «a ella le hace mucha ilusión».
En cuanto al tiempo que permanecerá en Becerreá, ha adelantado que sólo estará «unos días».
Abrumada en parte por la expectación mediática que ha generado su caso desde su salida del centro médico, ha apostillado: «Yo era una persona normal y lo sigo siendo».
Su madre, Jesusa Ramos, que estuvo en vilo por la salud de su hija durante muchas semanas, ha confesado que todavía la ve «muy débil» y muy «flaquita».