El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha justificado su decisión de declarar el estado de alarma cuando ya había avanzado la pandemia en España asegurando que «se declaró cuando se tuvo la certeza de que era imprescindible». Y ha alegado que el ser humano «sucumbe» a lo que se llama como «sesgo de retrospectiva» que significa que cuando alguien conoce el desenlace de una situación tiende a pensar que las cosas se podían haber hecho de otra manera.
El jefe del Ejecutivo se ha retrotraído, durante su intervención en el pleno del Parlamento para explicar las decisiones que ha tomado para hacer frente al coronavirus, al 11 de marzo, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que la crisis era ya una pandemia mundial.
Ha recordado, en este sentido, que la OMS lanzó un mensaje claro al conjunto de los Estados, y fue que todos los países debían guardar un equilibrio entre proteger la salud, minimizar los costes sociales y económicos y respetar los derechos humanos.
«Y así ha sido como he querido proceder, desde ese principio de ponderación entre el exquisito cumplimiento de las indicaciones científicas, la prevención de la alarma socioeconómica y la máxima garantía de cumplimiento de nuestro estado social y económico de derecho», ha alegado Pedro Sánchez.
Y ha justificado su proceder en que el ser humano «sucumbe con frecuencia» a lo que se conoce como el «sesgo de retrospectiva», que consiste en que una vez que la gente conoce el desenlace de un evento tiende a pensar que podrían haber predicho ese desenlace anticipadamente.
Según ha dicho, es obvio que con lo que se sabe hoy, el mundo no habría actuado de la misma forma ayer: si China hubiese conocido las consecuencias del brote, hubiese actuado de forma distinta, y Francia no habría mantenido la primera vuelta de las locales si hubiera sabido que no iba a poder celebrar la segunda vuelta unos días después».
Por ello, ha insistido en que «se decretó el estado de alarma cuando se tuvo la certeza de que resultaba imprescindible y solo entonces, porque los derechos que restringe y los bienes que pone en juego son suficientemente valiosos como para ser preservados hasta el último instante».