Este lunes 21 de septiembre se ha estrenado en TVE en horario de máxima audiencia el primer capítulo de la serie Hit, tras cosechar un gran éxito en el Festival de Málaga y en el FesTVal de Vitoria. Sin embargo, la emisión de la nueva ficción basada en un debate sobre la educación en España ha generado numerosas críticas, positivas y negativas, en las redes sociales.
Uno de los momentos más comentados ha sido cuando el profesor Hugo Ibarra está dando una charla y menciona la conocida paradoja de la tolerancia del filósofo Karl Popper. Concretamente, el profesor destaca que «si queremos una sociedad más tolerante, habrá que ser intolerante con la intolerancia», pero «hay quien cree que el fascismo es una opción más».
Popper se convirtió en uno de los filósofos de la ciencia más relevantes de finales del siglo XIX y del siglo XX. Nacido en Viena (Austria) en 1902, Karl Popper creció en el seno de una familia judía que siempre le inculcó el estudio por los clásicos filosóficos y el interés por la política.
En la década de los años 30 realizó una de las mayores contribuciones a la filosofía de la ciencia con la obra Lógica de la investigación científica, de 1934, en la que caracterizó el método científico. Se le considera el fundador del falsacionismo, una corriente epistemológica basada en un método deductivo de contrastación por la que establece criterios de demarcación para determinar si una teoría es científica o no. Para ello, Popper propone que las teorías deben someterse a pruebas para ser refutadas y comprobar su validez.
Sin duda, una de las obras más conocidas de este filósofo es La sociedad abierta y sus enemigos en la que explica el planteamiento de la famosa paradoja de la tolerancia: «La tolerancia ilimitada debe conducir a la desaparición de la tolerancia. Si extendemos la tolerancia ilimitada aun a aquellos que son intolerantes, el resultado será la destrucción de los tolerantes y, junto con ellos, de la tolerancia», subrayaba Popper.
Respecto a dichos límites, el filósofo añadía lo siguiente: «Con este planteamiento no queremos significar, por ejemplo, que siempre debamos impedir la expresión de concepciones filosóficas intolerantes; mientras podamos contrarrestarlas mediante argumentos racionales y mantenerlas en jaque ante la opinión pública, su prohibición sería, por cierto, poco prudente».
De esta manera, Popper no hace referencia a que haya que callar cualquier tipo de manifestación de intolerancia, ya que estas ideas intolerantes deben ser criticadas, salvo que recurran a la violencia en lugar de a las palabras para defenderlas.
«Debemos reclamar el derecho de prohibirlas, si es necesario por la fuerza, pues bien puede suceder que no estén destinadas a imponérsenos en el plano de los argumentos racionales, sino que, por el contrario, comiencen por acusar a todo razonamiento; así, pueden prohibir a sus adeptos, por ejemplo, que prestan oídos a los razonamientos racionales, acusándolos de engañosos, y que les enseñan a responder a los argumentos mediante el uso de los puños o las armas», añade el filósofo en la nota del libro.