El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, dió ayer un importante espaldarazo al Gobierno de Mariano Rajoy al destacar la «incuestionable» recuperación de la economía española. Sin embargo, el mensaje del banquero europeo llevaba parejo la solicitud de nuevas reformas laborales en nuestro país, única fórmula que, desde su punto de vista, puede garantizar un descenso de paro por debajo del 20 por ciento y evitar la actual precariedad en la contratación. Draghi defiende que los cambios que solicita –que pueden resumirse en el apoyo a más liberalización– tendrán un efecto inmediato en la recuperación del empleo.
Más precariedad. La propuesta de Draghi obvia los efectos de las distintas modificaciones que se han realizado en los últimos años en toda la legislación laboral española, las cuales han incidido en la precarización del trabajo –los contratos temporales se imponen a los indefinidos de una manera apabullante– además de la pérdida de derechos indemnizatorios frente a las empresas en caso de despido. El mercado laboral en España precisaba de una clara flexibilización, una adaptación a las nuevas exigencias de la economía occidental si se pretende mantener un entramado empresarial competitivo. El esfuerzo realizado por los trabajadores ha sido considerable, por eso la recomendación del presidente del Banco Central Europeo es preciso que vaya acompañado de claridad sobre qué nuevo sentido exige a las relaciones laborales en nuestro país.
Más originalidad. El planteamiento de Mario Draghi carece de espíritu innovador, se aferra a la más pura ortodoxia de los cánones del liberalismo sin que se hayan cumplido las expectativas. Los recortes han saneado la economía española y han favorecido su relanzamiento, pero la estela de sus efectos sociales sigue muy presente en millones de familias. Desde el BCE no se pueden lanzar propuestas de estas características sin concretar en qué consisten y a quién benefician.