El encuentro mantenido ayer por la presidenta del Govern, Francina Armengol, con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en el palacio de la Moncloa tiene más un valor simbólico que práctico ya que, cuando apenas faltan unos meses para el final de la legislatura, cualquier compromiso está lastrado por el inminente calendario electoral. De todos modos, siempre es importante el contacto personal en las relaciones institucionales, y más cuando se parte de posiciones ideológicas divergentes, como ocurre en la actualidad.
Satisfacción balear. La presidenta balear se mostró satisfecha por la predisposición al diálogo de Rajoy, aunque sólo logró arrancar el compromiso de una próxima convocatoria de la comisión bilateral que lleva cuatro años sin reunirse. El detalle es prueba más de la docilidad con la que el Govern que presidió José Ramón Bauzá se comportó ante Madrid, y eso que se presentó ante la opinión pública como uno de los más exigentes en materia de mejora de la financiación autonómica. Ahora puede ser el momento del inicio de una nueva etapa en las relaciones de Balears con el Estado, marco en el que Armengol ha mostrado su disposición a colaborar en cuestiones tan delicadas como el del proceso soberanista en Catalunya.
Lealtad y firmeza. Armengol ha tenido oportunidad, durante los noventa minutos de la entrevista con Rajoy, de detallar los principales elementos que caracterizarán la acción del Govern en los próximos cuatro años, entre los que destaca la negativa a mantener los recortes; aunque ello suponga incrementar el déficit público. La cuestión es evitar el juego sucio, el oportunismo, en las inevitables relaciones entre Madrid y Palma que, históricamente, están condicionadas por un modelo de financiación autonómico obsoleto y lesivo para los intereses de las Islas y sus ciudadanos. Esta cuestión central ha quedado pospuesta al 2016, lo cual significa dejarla al albur de los resultados electorales del próximo mes de diciembre.