Los efectos de la derrota en las autonómicas de mayo siguen pesando en el seno del PP-Balear. Hay que añadir la incertidumbre tras las generales 20-D, que dejan muy en el aire el congreso regional, ya que antes el PP nacional ha de celebrar el suyo y de momento no se sabe si formará Gobierno, si pasará a la oposición o si se convocarán nuevos comicios. En este contexto, el PP de Palma, encabezado por José María Rodríguez, piensa presentar un candidato alternativo a Biel Company, máximo exponente del actual regionalismo y sucesor del antiguo cañellismo. La situación no puede ser más incierta.
Palma-Part Forana. Sería un error pensar que la actual confrontación se debe a un choque entre Palma y la Part Forana. En la capital el exalcalde Mateu Isern está del lado regionalista junto a muchos militantes, sobre todo del Casc Antic, mientras que el rodriguismo domina las barriadas. Y la Part Forana popular, en núcleos tan potentes como Calvià, e incluso Inca, Marratxí y Pollença, no es un todo homogéneo. Hay factores ideológicos en esta disputa, centrados básicamente en el mayor o menor apego a la lengua y a la cultura propias. Pero eso es secundario. El PP supo resolver muy bien esta contradicción en el pasado. El problema de fondo, el serio, es otro: las heridas fruto de los personalismos y los celos. En definitiva, la envenenada herencia de Bauzá.
Cicatrices sin curar. La presidencia de Bauzá, al imponer un mando caprichoso que metía el dedo en las discrepancias y las acrecentaba en vez de curarlas, generó choques y brotes de rebeldía. Este tensión llegó al máximo cuando el altivo president decidió que Isern no fuese candidato a la alcaldía. Le sometió a humillación pública. Los rodriguistas se sumaron al juego. Cuando Bauzá perdió las elecciones, el regionalismo le echó a cajas destempladas. Y ahora los rodriguistas se sienten acosados. Temen que Isern se haga con el control de Palma. Por eso promueven un candidato autonómico. Les va en ello la supervivencia.