El hecho de que las empresas de servicios hayan crecido en el Archipiélago durante los años de la crisis demuestra la capacidad isleña de adaptación a los vaivenes de la economía. Mientras se ha perdido un 6 por ciento del tejido empresarial en siete años, lo esperanzador es que los establecimientos hoteleros han pasado de 981 en el año 2008 a 1.023 en 2015. Queda palmariamente claro que el turismo es el auténtico músculo y el pilar más sólido de nuestra economía, al que se unen la oferta complementaria y otras actividades del sector servicios, como las consultorías o la oferta sanitaria. Por eso, no conviene poner en marcha iniciativas, experimentos, que puedan frenar esta fortaleza económica. Por eso no conviene la aprobación de la ecotasa ante un sector que ha demostrado sobradamente que necesita un clima propicio para seguir creciendo.
Ganar la temporada baja. Estos años de crisis, que han visto caer numerosos negocios ligados a la construcción, han servido también para comprobar que azuzando el ingenio se pueden ganar batallas que se consideraban perdidas en tiempos no tan lejanos. Es el caso de los hoteles de ciudad, que han abierto la esperanza de potenciación del turismo en temporada baja. En Eivissa, por ejemplo, tenemos el ejemplo del Montesol, un hotel que en junio abrirá sus puertas y se convertirá el emblema del turismo de ciudad, y que además permitirá una gran oferta para la temporada de invierno. Este empuje ha traído a su vez una revalorización del casco antiguo de la capital balear, que abre también un nuevo e inteligente camino a las empresas constructoras en el campo de la rehabilitación.
La difícil diversificación. Sin embargo, el sueño isleño, expresado en tantísimos discursos de dirigentes políticos y empresariales de superar el monocultivo turístico y de diversificar al máximo la economía, se antoja en estos momentos muy alejado de la realidad. Mientras el sector servicios ligado a la masiva llegada de visitantes se incrementa y abre nuevos segmentos de mercado, no ocurre lo mismo en otros ámbitos. Existe la esperanza de que Balears pueda desarrollarse en el campo de las nuevas tecnologías, abanico de nuevas oportunidades con impresionante futuro. Pero hay que ser realistas. La fortaleza balear se llama turismo. Y los más importantes esfuerzos públicos y privados han de tener muy presente esta evidencia. Y más en la actual coyuntura, que vuelve a anunciar un rebrote de la crisis.