El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, inició el domingo por la noche una visita histórica a Cuba, país con el que hace más de cincuenta años la Administración norteamericana mantenía rotas las relaciones diplomáticas. El gesto afianza el levantamiento del aislamiento político y económico del régimen castrista que se ha mantenido durante décadas. El férreo bloqueo pretendía eliminar la amenaza que suponía para los intereses estadounidenses un país comunista a pocas millas de sus costas. Es por ello que la presencia de Obama en La Habana y su entrevista con el presidente Raúl Castro son los signos de un claro punto y aparte en la historia de ambos países, aunque el Congreso de EEUU no ha suprimido aún el embargo comercial.
Fin de un anacronismo. El forzado aislamiento al que Estados Unidos sometía a Cuba, cuyos principales perjudicados eran, sin duda, los propios cubanos, era una situación insostenible en el actual contexto internacional; y más desde el fin de la llamada Guerra Fría. Cuba no era, desde hacía muchísimos años, ninguna amenaza para los Estados Unidos. Por eso, la presencia del presidente Obama no hace otra cosa que normalizar una situación derivada de un conflicto ya superado y en cuya prolongación ha tenido, probablemente, un papel trascendental el poderoso lobby del exilio cubano. El concierto, en los próximos días, en la isla de los Rolling Stones es la guinda de la nueva era que comienza.
Consecuencias en Mallorca. La apertura de Cuba es trascendental para las inversiones turísticas mallorquinas en la isla caribeña, cuyas perspectivas de futuro se podrán calibrar en la próxima feria turística Fit Cuba que se iniciará el próximo mes de mayo, una edición que ha levantado la máxima expectación. Se abre para Cuba –y no sólo para la industria turística balear, ya con sobrada presencia– un período económico con consecuencias políticas futuras en el que muchas empresas de las Islas tienen una oportunidad para dejar su sello.