Decepcionante. Este podría ser el término que podría calificar la actitud que mantienen el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, y su homólogo de Podemos, Pablo Iglesias, tras el contacto telefónico –incluyendo mensajes– que mantuvieron ayer. Los dos dirigentes acordaron reunirse el próximo miércoles, concluidas las vacaciones de Semana Santa, en un encuentro que se asegura –esta vez sí– que será presencial. Las divergencias se mantienen, aunque existen dos puntos coincidentes: expulsar al PP del Gobierno y evitar una nueva convocatoria de elecciones. No parece, al menos de cara a la opinión pública, que se haya logrado entrar en un proceso de distensión que permita garantizar la investidura de un nuevo presidente del Gobierno.
Excesiva interinidad. La provisionalidad del Gobierno actual es excesiva y genera una interinidad e incertidumbre en el conjunto de la Administración que en nada beneficia a los ciudadanos, España necesita que se tomen decisiones trascendentales para no perder el tren de la recuperación económica. Sin embargo, sorprende que Sánchez e Iglesias no hayan sido capaces de encontrar un hueco en sus respectivas agendas desde la fallida sesión de investidura para buscar una salida al evidente atasco institucional. Los ciudadanos asisten perplejos a este diálogo de sordos, de reproches mutuos que de prolongarse en el tiempo puede acabar pasando factura a ambas formaciones.
Tomar decisiones. La cuestión es aclarar posiciones, aparcar el tactismo político y las ambigüedades para asumir la responsabilidad de dotar al país de un Gobierno. La sociedad no puede entender que un problema de primer orden pueda quedar aplazado por simple conveniencia personal o política. Ahora no es el momento y se corre el peligro de defraudar las expectativas de muchos sectores que reclaman otra manera de hacer las cosas. Habrá que confiar en que el próximo miércoles, Sánchez e Iglesias sean capaces de ofrecer un discurso más sólido.