La detención ayer en la barriada palmesana de Son Gotleu de un joven marroquí que, presuntamente, se dedicaba a captar jóvenes de toda Europa a través de las redes sociales para facilitar su ingreso en las filas del yihadismo del Dáesh ha provocado un notable impacto social. La operación, en la que intervinieron agentes de la Comisaría General de Información de la Policía Nacional y de los Grupos de Operaciones Especiales (GEO), confirma que el islamismo radical es un fenómeno en el que no hay excepciones y que trabaja con todas las herramientas disponibles, en este caso las redes sociales. La eficaz acción policial ha logrado neutralizar con éxito el punto de reclutamiento que operaba desde Mallorca.
La amenaza continúa. La de anteayer no es la primera ocasión en la que Mallorca figura vinculada con el yihadismo, un movimiento transversal que amenaza de manera simultánea a todos aquellos que no comparten sus ideas. Hay que huir de la estigmatización de nacionalidades o creencias. El islamismo radical –cuyas acciones más violentas realiza en los países musulmanes– es, en estos momentos, uno de los problemas más graves a los que se enfrenta el mundo actual y frente al que, en el caso de España, la tenacidad de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado está dando sus frutos. No obstante, el riesgo sigue presente.
Serenidad y vigilancia. La detención de ayer ha tenido un notable eco mediático, incluso a nivel internacional, con las repercusiones que ello puede significar sobre nuestra principal industria: el turismo. Sin embargo, ante la imposibilidad de obtener un antídoto frente a los fanáticos, la sociedad mallorquina y la propia comunidad musulmana residente en la Isla deben actuar con serenidad y exigir que se extreme la vigilancia sobre quienes tratan de amenazar nuestro modelo de vida, basado en la libertad y la tolerancia; unos principios –como bien advierte la cónsul general de Marruecos– que deben inculcarse desde todos los ámbitos y muy en especial a los más jóvenes.