La Conferencia General de Política Universitaria autorizó el miércoles la creación de la Facultad de Medicina en la Universitat de les Illes Balears, cuyo primer curso dará comienzo este mismo año con una oferta inicial de 60 plazas, las que estaban previstas. El acuerdo supone un importante salto en la oferta de estudios universitarios en Balears. Sin embargo, aunque el proyecto de implantación de este grado cuenta con un importante apoyo político, no faltan voces críticas desde distintos ámbitos, especialmente entre los propios médicos, que consideran precipitada su implantación. Parece casi imposible que dentro de tres meses esté todo preparado para recibir a los primeros alumnos.
Demasiadas dudas. Los argumentos de sus defensores parecen responder más a posicionamientos políticos y de la propia UIB que a demandas reales de la sociedad balear. Y en este capítulo hay que advertir que la facultad no sólo albergará alumnos de Balears. Las 60 plazas también serán ofertadas en el conjunto del Estado y su adjudicación irá en función de la nota de corte. Es lo que ocurre en el resto de universidades españolas. No hay que generar, por tanto, falsas expectativas de una exclusividad inexistente, ni olvidar, por otra parte, los importantes recursos económicos que el Govern deberá destinar.
Lograr la excelencia. La decisión adoptada ayer por la Conferencia General de Política Universitaria debería zanjar la controversia actual cuanto antes. La puesta en marcha de esta facultad no debe quedar lastrada por unas discrepancias ya estériles. Poner en marcha una escuela universitaria de Medicina es una iniciativa ambiciosa que supone asumir riesgos, entre ellos el prestigio de la Universitat. Unos estudios en los que los alumnos dispongan de una preparación académica al máximo nivel es una exigencia irrenunciable. El reto es conseguir la excelencia en un terreno tan delicado como es la formación de los futuros médicos. En este aspecto no es admisible el fracaso.