La muerte a puñaladas de Lucia Patrascu a manos de su marido, Ioan Ciotan, el pasado domingo en el Port de Pollença, ha dejado al descubierto la necesidad de reformar el actual protocolo de intervención de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado en los casos de violencia machista. La víctima había acudido horas antes del crimen a pedir ayuda al cuartel de la Guardia Civil pero su negativa a formalizar una denuncia –como ocurre en tantas ocasiones– impidió que se activasen los procedimientos de detención del marido y la protección de la víctima. Así hubieran podido salvarla de la agresión que le acabó costando la vida.
Frenar una lacra. Lo ocurrido en el cuartel de la Guardia Civil no puede volver a repetirse. Lucia Patrascu acudió en demanda de auxilio y no fue atendida por una cuestión de procedimiento. El trágico desenlace era imprevisible pero es necesario arbitrar medidas que permitan a los cuerpos policiales y servicios públicos implicados en combatir la violencia machista a intervenir con más diligencia, incorporando la flexibilidad que implica actuar con la guía del sentido común. La adopción de medidas de protección de las víctimas no puede quedar a expensas de una firma en un boletín de denuncias. Quizá sea esta la única manera de rendir tributo a la memoria de Lucia Patrascu.
Sensibilidad social. La sociedad contempla con indignación la imposibilidad de atajar la violencia machista, un problema que se tiene que abordar desde todos los ámbitos, empezando por el sistema educativo y con campañas de concienciación ciudadana para que los valores de la igualdad se asuman desde el núcleo familiar. La eficacia debe ser una prioridad indiscutible para todo el conjunto de las instituciones implicadas. La rigidez actual ha derivado en un escenario trágico e irreversible que podría haberse evitado. Es obligado exigir urgencia a la hora de abordar el problema, no puede haber otra muerte como la de Lucia Patrascu.