Tras el rechazo a Rajoy en las sesiones de investidura de la semana pasada, Pedro Sánchez ha tardado lo imprescindible en anunciar que iniciará contactos con todas las fuerzas políticas para intentar presentarse como aspirante a la investidura. Aunque en política nada es imposible y lo más insospechado en contadas veces se convierte en realidad, lo cierto es que conforme a las reglas del sentido común y de la lógica, el líder socialista ha vuelto a meterse en un laberinto de difícil salida, tal y como ya hiciera el pasado invierno. Ahora lo tiene tanto o más complicado que entonces. El panorama apunta, de manera implacable, hacia unas terceras elecciones.
Una correlación envenenada. ¿Qué puede hacer Sánchez con sus actuales mimbres? Sólo tiene dos cartas. La primera es quimérica: alcanzar un pacto con Podemos y buscar el apoyo de los secesionistas catalanes y de los nacionalistas vascos. Esta solución es inabordable porque buena parte de sus barones autonómicos se rebelarían. Habría un terremoto dentro del PSOE. La segunda opción es aún más enrevesada: poner de acuerdo a Podemos y Ciudadanos para que le apoyen a él como presidente. Tal solución es impensable, porque Podemos y Ciudadanos son aceite y agua. Jamás marcharán en la misma dirección por su naturaleza abiertamente antagónica.
¿Qué busca Sánchez? Descartadas las dos soluciones a las que puede optar para alcanzar la presidencia en la actual legislatura, la única deducción aceptable es que el líder del PSOE ya está haciendo campaña de cara a la tercera cita electoral aumentando ahora su protagonismo. Intuye que puede llegar su momento. El 26-J ya paró los pies a Podemos. Y sabe que el PP tampoco le hace ascos a esta solución porque también le ganó terreno a Ciudadanos. Por eso ya se está preparando el tercer campo de batalla. Lo que de verdad se estaría pactando entre PP y PSOE es la fecha presentable del 18 de diciembre. Lo demás tiene más aroma de teatro que de realidad.