Biel Company, vencedor absoluto del congreso del PP, tuvo ayer un gesto de dignidad al afirmar que piensa integrar en la nueva dirección a algunas personas de la candidatura de Bauzá. De la misma manera, cabe esperar un buen perder por parte de José Ramón Bauzá. Ha de asumir que su hora ha pasado. Debe dejar de ser un problema. Ya no tiene sentido que ponga piedras en el camino de los vencedores. Anteriores presidentes, como Gabriel Cañellas, Joan Huguet o Rosa Estaràs han sabido situarse en un digno segundo plano. De Bauzá cabe esperar una muestra semejante de señorío.
Daño al PP. La campaña de las primarias populares ha sido durísima. Bauzá ha aprovechado que sus compañeros le nombrasen senador autonómico para lanzarse en Madrid a una campaña de descalificación contra Company, tildándole injustamente de «catalanista» o «independentista». Tal derroche de demagogia ha hallado eco en medios de comunicación madrileños, sobre todo los más próximos al ala dura del PP de la capital. Hasta Esperanza Aguirre se ha embarcado en esta ofensiva absurda. Esta estrategia autodestructiva, impropia de un proceso primario interno, ha dañado la imagen del PP balear, aunque también ha fortalecido a Company en el Archipiélago. Bauzá ha cosechado el efecto contrario al buscado. Sus artimañas se han vuelto en su contra.
Debe escuchar a Marratxí. El varapalo sufrido por José Ramón llega hasta el extremo de haber sido derrotado en Marratxí, de donde es presidente de la Junta Local. Militantes marratxiners ya se plantean pedirle que deje el cargo. Debería escucharles. Ha hecho demasiado daño. Incluso buena parte de sus compañeros más próximos le han dado la espalda por sus paranoias sobre los «Països Catalans». Ha perdido porque ha falseado la verdad. El respeto que pueda mantener en el futuro es directamente proporcional a su capacidad de ser ahora un caballero y dejar la primera línea. Un moderado adiós es el mejor activo que le queda.