El Govern balear tan solo ha sido capaz de culminar tres de los 17 proyectos con financiación procedente del impuesto turístico en las Pitiusas a escasos meses de que finalice la legislatura.
Lo que en su día se prometió como un impuesto para reparar la huella territorial que deja el turismo en nuestras islas, en el fondo ha sido un método para recaudar más dinero y dedicarlo a proyectos que no tenían cabida en el presupuesto ordinario de la Comunitat. Por lo que de ecológico no tiene nada.
Escaso impacto
Los proyectos ya culminados en las Pitiusas son la renovación de baldosas en es Pujols –una iniciativa del Consell de Formentera que ya se estaba llevando a cabo y que el Ejecutivo balear ha financiado en un 20 por ciento–, la compra de la finca de sa Senieta para ubicar allí el futuro Museo de Formentera y la finalización de la conexión de la desaladora de Santa Eulària con el anillo hidráulico de Ibiza.
Este último, muy criticado porque el Govern ya había presupuestado su ejecución con fondos ordinarios de Abaqua. Del resto de proyectos, cuyo presupuesto total roza los 18 millones de euros, poco o nada se sabe. Y algunos, como el soterramiento de los tendidos eléctricos de ses Salines o la Escola d'Hosteleria se desconoce cuándo se llevarán a cabo.
Futuro incierto
No está nada claro que a la ‘ecotasa 2.0' le vaya a pasar lo mismo que a su predecesora en 2003. Entonces, la presión de los hoteleros en la anterior legislatura y la llegada de Jaume Matas al Consolat de Mar provocó su derogación.
Ahora, sin embargo, desde el Partido Popular no han sido tan claros por lo que no sería descartable que si Biel Company acaba siendo presidente del Govern balear los hoteleros tengan que continuar recaudando este impuesto turístico. Y es que resulta difícil, en los tiempos que corren, renunciar a más de 80 millones de euros.